Opinión | Palique

Misterio en Sedella

Presunto robo, presunto culpable y todo un pueblo que se une y se siente dolido

Iglesia de Sedella

Iglesia de Sedella / AYUNTAMIENTO DE SEDELLA

La trama lo tiene todo. A veces no hay que irse lejos para ambientar una serie de misterio, una novela negra o una película que, eso sí, tendría toques de ‘Amanece que no es poco’.

Una asamblea de vecinos, toma ejercicio democrático, en Sedella decide que hay que acusar al párroco de presunto robo de joyas en la parroquia. Doce alhajas de la Virgen de la Esperanza. Y algo de dinero. El obispado toma cartas (¿bastos?) en el asunto e inicia una investigación tras la que concluye que ya los enseres valiosos han vuelto a su sitio. Pero el alcalde dice que de eso nada, que aún faltan. Y añade que «tenían un valor incalculable». Más bien, alguien debió pensar que el valor era calculable.

El municipio está consternado y hubiera preferido un milagro a un robo. La autoridad eclesiástica intenta imponer un voto de silencio pero el pueblo, como Fuenteovejuna, todos a una, prefiere el pecado, justificado, de la ira. Esperemos que esto acabe mejor que la obra de Lope.

Sedella profesa una gran devoción por su virgen. Con las cosas de creer no se juega. Quien roba a un pueblo no tiene perdón. Hay que ser una joya para robar a la patrona. Y miserable. Seamos prudentes: aquí todo es presunto. Salvo el hecho de que las joyas volaron. Alguien pensó que sí es oro todo lo que reluce. El alcalde quiere escribir al Papa, que pese a serlo no puede hacer milagros. El tiempo no lo cura todo pero habrá que esperar a que se aclare el misterio, propio también de detectives de telefilm. Sedella cree que hay un párroco que no se confiesa. Bello pueblo que se siente agraviado. Preferiría que se le conociera por sus joyas arquitectónicas.