Opinión | 725 palabras

¿Al derecho o al revés?

Si la velocidad de rotación de la Tierra es mayor que la del tren en marcha, será el paisaje el que pasa por uno, aun si no nos damos cuenta, y si es al revés, será uno el que pasa por el paisaje

Los asteroides modelaron la atmósfera de la Tierra

Los asteroides modelaron la atmósfera de la Tierra

La velocidad a la que sucede la vida a veces impide dilucidar si uno mismo le sucede a la vida o si es la propia vida la que nos sucede a nosotros. Por expresarlo de una manera más fácil de visibilizar, cuando me encuentro en el vagón de un tren en marcha que viaja de este a oeste o viceversa ¿soy yo el que pasa por el paisaje o es el paisaje el que pasa por mí? La respuesta parece simple, pero no, porque puede ser tan simple como compleja, según la abordemos.

Si la velocidad de rotación de la Tierra es mayor que la del tren en marcha, será el paisaje el que pasa por uno, aun si no nos damos cuenta, y si es al revés, será uno el que pasa por el paisaje, que es lo que nos parecerá evidente. O sea, que, por el momento y durante muchos años, siempre es y será el paisaje el que pasa por nosotros porque la velocidad de rotación de nuestro planeta le gana por goleada a la velocidad del tren. ¡Pa ver cosas, estar vivo...!

Y digo yo, ¿y respecto de la vida en un sentido extenso, qué....?

Le prometo, amable leyente que anoche dormí plácidamente, que el tiempo de sueño fue sobradamente suficiente, y que desde que me he levantado no he consumido psicotrópicos ni droga alguna que me haya movido a la sesuda pero demencial formulación del anterior párrafo... Tampoco, Dios me libre de ello, se trata de ahondar en el adaequatio rei et intellectus de Santo Tomás. Simplemente y llanamente, se ha tratado de un pronto espontáneo, que es lo que a veces ocurre cuando a uno se le ocurre la persistente insensatez de sentarse a escribir sin tener claro de qué va a hacerlo. Pero, en fin, a lo ya hecho, pecho.

Aunque parezca un batiburrillo por la variedad de la propia naturaleza de cada uno de los conceptos, no lo es: el miedo, el amor, la felicidad, la angustia, la familia, la peña de amigotes, el periodismo, el turismo, la estupidez, la política..., ¡ay la política!, ¿pasan por nosotros o es al contrario, es decir, que somos cada uno de nosotros los que pasamos por ellos?

¿La noticia pasa por el periodista o es el periodista el que pasa por la noticia? ¿El turismo pasa por la industria turística pensante o es la pensante industria turística la que pasa por el turismo? ¿La política pasa por el político o es el político el que pasa por la política? ¿El animálculo pandémico está pasando por nosotros o somos nosotros los que estamos pasando por él? ¿La estupidez, siempre eterna, pasa por nosotros o somos nosotros los que pasamos por la sempiterna estupidez? Sí, quizá demasiadas preguntas, o, quién sabe, quizá no...

Puede que lo ideal fuera que el derecho o el revés a los que aludo fueran palíndromos y que, por lo tanto, expresaran lo mismo leídos o vividos tanto en un sentido como el otro. «Somos o no somos», además de un palíndromo redondo es una afirmación válida e irrefutable, por dos razones: Una, porque dice lo mismo leído de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda, o lo que es lo mismo, de Unidas Podemos a Vox, que de Vox a Unidas Podemos. Dos, porque no se puede ser y no ser a la vez, salvo en el ejercicio profesional de la política, obviamente, que ya forma parte de la indeseable magia del nudo gordiano de la cotidianidad.

En el sentido en el que hoy aludo al derecho y al revés, al anverso y al reverso, a lo singular y lo universal... el gran Eduardo Galenao acaba de comparecer para asistir y empujarle a mi teclado. ¡Bien por él!

El universal montevideano, que defendía la rebeldía como un acto de amor y pregonaba la bondad del soñar y el destello nutricio de la locura bien entendida, nos brindó un pensamiento esclarecedor, del que transcribo su esencia, de memoria: «Vivimos en la cultura del embase, en la que el funeral es más importante que el muerto, el contrato civil y religioso más importantes que el amor, nuestra indumentaria más importante que nuestro propio cuerpo y la misa formal más importante que Dios», nos dejó dicho, repito, en esencia y no literalmente, el maestro.

Vale, y ahora ¿qué hacemos...?