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Gonzalo León

No es Moneo todo lo que reluce

Al malagueño le importa aproximadamente 98 kilos de pepinos su ciudad. Es más, al ciudadano de Málaga le preocupa más lo que haga Sevilla

no es moneo todo lo que reluce

no es moneo todo lo que reluce / Gonzalo León

Twitter no es la vida real. De hecho, las redes sociales no son, ni por asomo, un suspiro de algo real. Al contrario. Se encuentra en las antípodas de un espacio que represente a la sociedad de manera general. Salvo que, quienes sostengan lo contrario, quieran eliminar a una parte generosa de la sociedad que no suele participar de ciertas cosas.

Es por eso que, cuando servidor encuentra a tantas y tantas criaturas dejándose la vida en campañas, cruzadas y misiones cibernéticas para intentar cambiar el mundo a nivel local, se da cuenta del despiste generalizado que, en ocasiones, nos acecha acá por el sur de España.

El derribo de La Mundial fue uno de los ejemplos más evidentes de esto que les cuento y es que, en esa ocasión, se dieron cita dos realidades propias de Málaga: Las redes sociales locales son una minoría enana en comparación con la sociedad y en segundo lugar algo que ya sabíamos; al malagueño le importa aproximadamente 98 kilos de pepinos su ciudad. Es más, al ciudadano de Málaga le preocupa más lo que haga Sevilla.

Es espantoso y real a la par. Podrían cambiar perfectamente el lema de la ciudad y poner “La primera en el peligro de la Libertad, la muy Noble, muy Leal, muy Hospitalaria, muy Benéfica, muy acomplejada, muy pasota y siempre Denodada Ciudad de Málaga”

Y quedaría perfecto. Porque la realidad es que cuando a nuestro querido alcalde le preguntan por los cargos de confianza su respuesta es que en Sevilla hay muchos más. Y al llegar la hora en la que La Mundial iba a ser derribada en los despachos y aún se atisbaba un suspiro de esperanza, eran cuatro los gatos que perseguían evitar la caída de un edificio bonito.

Pero no llegó. Como tantas otras cosas. Pero, una vez sucedido, y con la mole ya instalada, cabe analizar la realidad de un entorno que no es precisamente hermoso.

Hace días, al avanzar por el puente de Tetután y detenerme en un semáforo, puede comprobar como, el hotelaco que se está levantando, no es de ninguna forma un despropósito si se compara con su alrededor.

Esta comparación no es, de ninguna de las maneras posibles, una justificación, defensa o comprensión del mismo. Al contrario, me parece una mole fea -al menos hasta la fecha actual de ejecución-, que lo único que aporta es sombra y pantalla.

Pero es del todo necesario analizar el nivel de dramatismo que ha generado algo que, a todas luces, está perfectamente adaptado a un entorno ya enfangado.

Obviamente, nunca será positivo que se siga proyectando errores por mucho que alrededor ya los haya. Pero también nos debiera servir para desdramatizar algo que, más allá de twitter o Facebook, ha existido poco.

Va más gente a que le den un cartel de Semana Santa gratis que a la manifestación por el hotel. Acude más personal a guardar una cola eterna porque regalan camisetas de propaganda que a cualquier concentración de protesta por alguna modificación urbanística de nuestra ciudad.

Analizada esta realidad, llega la hora de replantearse asuntos. Y es que, si observas que al personal, le da absolutamente igual el tema y, además, lo que hay alrededor del hotel es un bodrio peor aún que el que están haciendo, te llegas a plantear nuevos espacios de reflexión como: ¿Merece la pena?

Obviamente no. Y en algunos casos las grandes causas las movilizan pequeñas mentes que solamente consiguen sentirse bien con su asunto, intentar machacar si es posible al que no piensa como él y de paso beneficiar a cuatro piojosos que pretenden sacar rédito electoral y nunca lo consiguen.

Por eso quizá se magnifique algo que, obviamente no es bueno, pero a lo mejor no se trate del fin del mundo. A mí no me gusta -insisto que hasta ahora-, y he escrito más que nadie y quizá incluso mientras nadie abría el pico. Años de páginas de papel animando sobre lo innecesario de cargarse La Mundial. Para absolutamente nada.

En cualquier caso, dicho queda. Como quedará también que el hotel de Moneo, al menos, tendrá relevancia por ser obra de un arquitecto que pasará a la historia. Un premio Pritzker. Que ya, de tanto cachondeo, se habla en Málaga de Moneo como si quienes lo dicen fueran Zaha Hadid y este señor un cuentista. Cuidado.

Por eso, resulta en ocasiones necesario contextualizar los dramas si lo que se pone en el tablero no supone una gran tropelía. Que La Mundial debería seguir en pie es algo para muchos -entre los que me incluyo-, evidente y sensato. Pero viendo el resultado y los beneficios de lo nuevo, que también los tendrá, no sé si está tan fuera del sistema lo que ha sucedido.

Y ahora, nos queda todo lo relacionado con la torre del puerto. Otro gran hito que, salvo cosa rara, se acabará construyendo. Cambiando para siempre la estampa de nuestra ciudad y con un formato bastante exagerado.

Nuevamente, somos «muchos» los que opinamos al respecto. Pero esa cantidad, en la vida real fuera de esta atalaya, es irrisoria ante una gran masa de ciudadanos malagueños a los que les da absolutamente igual la torre del puerto, que no sea de un arquitecto conocido o que se pueda caer en unos años hundida. No importa absolutamente nada. Y ellos también pagan impuestos y contribuyen.

Entonces, quizá sea de recibo pensar que, en el fondo, se gobierna muy bien para el perfil medio del malagueño. Ése que se enamora de luces de navidad y altavoces grandes con música hortera pero que desconoce, ignora y rechaza cualquier información sobre la cantidad de barbaridades cometidas en nuestro centro histórico donde se han picado y tirado al suelo pinturas murales de edificios que ya ni existen y conservaban improntas valiosas del pasado.

El hotel de La Mundial o el del puerto estarán fatal. Pero mucho peor está que nuestros ciudadanos pasen absolutamente de todo. Y de eso nadie habla. Por eso, no es Moneo todo lo que reluce.

Viva Málaga.