Opinión | Tribuna

Yolanda Romero y José María Romero*

El nuevo suburbio como activo cautivo contra la futura era urbana

Construir una vivienda de un edificio plurifamiliar, en una urbanización nueva, supone gastar cinco veces más energía que rehabilitaruna casa de finales del siglo XIX.

Construir una vivienda de un edificio plurifamiliar, en una urbanización nueva, supone gastar cinco veces más energía que rehabilitaruna casa de finales del siglo XIX. / L. O.

El consumo de la energía es muy importante. Cada vez lo será más. Mucho más. El precio de la electricidad aumenta, los materiales se encarecen por su escasez en el mercado, las empresas paralizan la producción y cancelan contratos… Debemos acostumbrarnos a pensar en términos de consumo energético: obligan a ello, por necesidad, la adaptación al cambio climático y la transición del uso de energías fósiles a renovables.

Las decisiones sobre qué se urbaniza, qué se construye, y dónde, condicionan irremediablemente, no sólo lo se hace en el presente, sino que determinarán la forma de vida de las siguientes generaciones de urbanitas por decenas de años, y el futuro de los demás seres vivos que acompañan el entorno urbano.

Existe una relación directa entre consumo de energía y emisiones de CO2 (y emisiones de otros gases de efecto invernadero, contaminación, consumo de agua y territorio, residuos…). Uno de los sectores económicos que más CO2 emite es el de la construcción, junto con todos los sectores asociados a ella: extracción de materias primas, transporte, fabricación de materiales, residuos… Exceso de urbanismo. 

Según la investigación del Proyecto I+D de la Universidad de Málaga (G-GI3002/IDIU), construir una vivienda de un edificio plurifamiliar, en una urbanización nueva, supone gastar cinco veces más energía que rehabilitar -y adaptar a los tiempos actuales-, una casa de finales del siglo XIX en el centro de la ciudad. Si la vivienda nueva se construye en el centro urbano el gasto energético que se necesita es de cuatro veces más. El consumo energético es sólo del doble cuando se rehabilita una vivienda que se encuentra en una de las múltiples barriadas de los años 70 que habitualmente rodean el centro de la ciudad.

Lo hablado es la energía gastada en su construcción. Sin embargo, si tenemos en cuenta el uso útil de la vida de dichas viviendas, la cuestión aumenta todavía más, al consumir entre un 60 y 65% más. A las casas de los suburbios de la ciudad hay que sumarle, además de su nueva construcción y su uso, los nuevos accesos rodados que requieren, más todo un conjunto de nuevos servicios urbanos -abastecimiento de agua, alcantarillado, electricidad, transporte público…-, y los nuevos equipamientos públicos que aumentan con creces el gasto energético de la construcción individual de viviendas, y de su uso particular.

Los datos hasta aquí aportados sobre los tipos diferentes de casas son sólo la punta del iceberg. La vida de los suburbios se caracteriza por tener una mejor relación con el medio natural, pero, sin embargo, muy poca densidad de población. Ello implica que se necesita mucha más superficie de urbanización y más longitud de kilómetros de calles para un número reducido de casas (y de ciudadanos). Lo que además obliga al uso permanente del vehículo privado, incluso para realizar las actividades más elementales (como ir a comprar el pan), pues las distancias no se pueden salvar andando, como sucede en cualquier barrio. Para colmo, al ser urbanizaciones con poca densidad, y por ello poco transitadas, a determinados grupos de población les produce una gran inseguridad la falta de vida urbana (por ello el requerimiento habitual de seguridad privada en estas urbanizaciones).

Si la población que vive en zonas de suburbios tuviese que pagar realmente los impuestos urbanos correspondientes al gasto de uso y mantenimiento públicos, sus urbanizaciones se quedarían desiertas. Sólo los pudientes se podrían ‘permitir el lujo derrochador’ -para ellos y para el erario público-, de vivir aislados del mundo (social).

La población de Málaga y provincia ya prácticamente no crece. En 2019 se ofertaban más de 22.000 viviendas. En Málaga se están construyendo varios miles de viviendas nuevas en La Térmica, junto al río Guadalmedina y en el entorno de las vías del AVE. Además, existen alrededor de 11.000 viviendas deshabitadas (según datos del Ayuntamiento de 2018) ¿Si nos creemos la adaptación al cambio climático y la transición energética qué necesidad hay de extender suburbios fuera de la ciudad ocupando espacios que quedarán cautivos en no mucho tiempo? ¿A quién beneficia hipotecar la forma de vida de una amplia población que se alejará de manera irremisible de los objetivos de adaptación a la crisis climática (energética, social y económica), viviendo en suburbios?

El concepto de resiliencia requiere reflexionar y acertar con las ideas adecuadas que guiarán los procedimientos correspondientes que al final desarrollarán las políticas urbanas concretas. Hay que echar el freno de mano a la idea del exceso de urbanismo -y de turismo-, en nuestra ciudad. La ciudad que tenemos es la solución: hay que cuidarla y siempre rehabilitarla. Hacen falta viviendas dignas accesibles rehabilitadas en el centro de la ciudad. Nunca promocionar el crecimiento del suelo suburbanizado, y menos sin ninguna necesidad.

* Investigadores del Proyecto de investigación I+D de la Universidad de Málaga titulado ‘Saturación turística en destinos costeros españoles. Estrategias de decrecimiento turístico. Una aproximación desde la dimensión social’ (RTI2018-094844-BC33), del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (Plan Nacional de I+D+i)