Opinión | La señal

Díselo a Greta

Los dos amigos, ya retirados de todos sus negocios, llevan años en la isla de La Palma, son de Brighton, Reino Unido, y no pueden evitar hablar en inglés entre ellos, aunque con todos los palmeros y cualesquiera otros emplean un español muy aceptable.

Están sentados en la puerta de un bar en el Valle de Aridane, después de que la nueva colada de lava, formada el fin de semana pasado, se reactivara sobre el barrio de Las Manchas, un poco más al sur y ya en la zona de exclusión. Desde allí tienen una vista magnífica del Parque Natural de Cumbre Vieja, aunque el volcán, le dice Oliver a Ian, en realidad no tiene nombre.

-No lo tiene, pero se está cargando la economía y le está dando mala prensa a las islas, eso sí.

-No seas cenizo…

-Ceniza es esto -y pasó la mano por la mesa empolvándose de un gris oscuro asombrosamente bello-. A ver si vas a decir lo de la ministra y el atractivo turístico de esa espesa columna negra de humo…

-Lo que me preocupa es la gente, ayer me dijo una mujer que acababa de perder su casa y no le queda otra alternativa que la resignación.

- Sí, porque si confía en las ayudas del Gobierno, que se siente, en Lorca todavía algunos las están esperando, y el terremoto fue en 2011, así que fíjate. Los gobiernos son crueles, la naturaleza más, mucho más, querido. Y no tiene quienes se manifiesten contra ella, que es lo mejor.

- ¡Qué cosas dices!, la naturaleza no es una persona…

- Bueno, conozco a unos cuantos que tampoco -y los dos apuraron su botellín y unas risas-.

- Yo leí lo del Teneguía cuando trabajaba en la City, pero no duró tanto, este lleva 40 días.

- Es que este volcán no es sostenible, y la ONU sigue callada. Díselo a Greta, que proteste.

Oliver se rio mientras perdía la vista en la lejanía de la isla, bastante afectada su visión por el aire enrarecido, y se preguntaba para sus adentros si la tan mentada naturaleza no era un tanto sadomasoquista castigando a quienes vivían sobre ella mientras se infligía innecesaria violencia, y conectó esta idea con el vómito flamígero. Pero no estaba de acuerdo con Ian, no compartía su acritud. Es verdad que la naturaleza es bella y serena en algunas ocasiones, pero también desabrida y criminal, y que no perdona cuando monta en cólera, incluso desde antes que el hombre apareciera sobre la tierra, con aquellos meteoritos que acabaron con tantas especies, con las glaciaciones que prácticamente hicieron desaparecer la vida… Le parecía que la naturaleza se comportaba como alguien que él conoció. ¡Ay, Agnes!

- Oliver, me estaba acordando de Fukushima, del terremoto y del tsunami que le siguió. El cartero siempre llama dos veces. Fue en 2011 y causó más de quince mil muertos, no recuerdo los heridos y desaparecidos. La NASA, con ayuda de satélites, pudo comprobar que el sismo había desplazado la isla de Honshu, creo que se llama, más de dos metros, y alteró el eje terrestre en aproximadamente 10 centímetros. Eso no lo ha conseguido ninguna bomba atómica.

- Sí, pero ¿y la central nuclear?​

- Es lo más interesante. El terremoto y el tsunami provocaron el accidente en la central, no al revés, y se atribuye un muerto al accidente, y siete años después del desastre hubo otro muerto, de cáncer, que también se achaca a la central nuclear. Le gana sobradamente la naturaleza al hombre, por goleada.

- Aquí no ha habido ninguna víctima.

- ¿Te refieres a víctimas mortales? No, gracias a Dios. Pero los plátanos y las casas y el turismo…, también son víctimas, ¿no crees?

- Sí. ¿Pido una botella de vino? Un Vulcano Malvasía seco del año pasado, por ejemplo.

- Me parece muy a propósito, me encanta su aroma mineral.

Y llamaradas lentas, de cientos de metros de altura, se elevaban a lo lejos, teñida la distancia por la espesura del pensamiento. Jorge Luis Borges escribió:

Angustia.

En lo altísimo una montaña camina.

Hombres color de tierra naufragan en la grieta más baja.

El fatalismo unce las almas de aquéllos

que bañaron su pequeña esperanza en las piletas de la noche.

Las bayonetas sueñan con los entreveros nupciales.

El mundo se ha perdido y los ojos de los muertos lo buscan.

El silencio aúlla en los horizontes hundidos.