Opinión | En redes
¿Banca digital?
Funcas, la Fundación de las Cajas de Ahorros, ya bancos, suele compartir en LinkedIn noticias y datos relacionados con la digitalización financiera. Los clientes del sector han experimentado en carne propia su expulsión de las oficinas, empujados al uso de la banca digital sin formación, empatía ni anestesia.
Funcas publicó hace un mes que dos tercios de la población adulta en España es usuaria de la banca digital. Quienes trabajen o conozcan el negocio saben bien que una cosa es dar a los clientes las claves para manejarse, y otra muy diferente que ese trámite para salvar objetivos y cubrir el expediente convierta, de manera automática, a los clientes analógicos de oficina y mostrador en clientes digitales. Hace tres semanas la noticia publicada en LinkedIn era más positiva aún: entre la población de 65 a 74 años, los usuarios de la banca online han pasado del 36,7% en 2019 al 46’9% tras la pandemia. Impresionante.
Sin embargo, el 13 de octubre la misma fuente dice que las competencias digitales son un reto pendiente en España, y que el 80% de la población de más de 55 años carece de las competencias digitales básicas. ¿En qué quedamos, entonces? No hace falta haber leído el Tractatus Logico Philosophicus de Ludwig Wittgenstein para intuir que el cumplimiento simultáneo de las tres informaciones anteriores es completamente imposible. Y uno se inclina por creer la tercera proposición, más que las dos primeras.
En un mundo cada vez más digital, en el que ganan protagonismo las finanzas digitales, las monedas virtuales y las transacciones en el ciberespacio, las carencias en las competencias digitales constituyen un verdadero problema de país, un asunto de Estado. La desigualdad existente en cuanto al conocimiento y uso de las herramientas digitales, junto con la poca o nula formación en medios de pago no convencionales, constituye un lastre para el conjunto del país. Sin embargo, ni el meticuloso Banco de España ni el distraído Ministerio de Consumo parecen concernidos por una cuestión que, si no se aborda de manera inmediata, hará de la economía española una economía de segunda o de tercera, incapaz de desarrollarse con garantías al ritmo de los avances digitales.
El asalto de las Big Tech al sector financiero, el posicionamiento de los bancos centrales en el control de las monedas virtuales, el auge de las llamadas FinTech, obligan a tener un plan. Es de soberanía nacional de lo que estamos hablando. Sin estrategia, el futuro es aún más incierto.
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