Opinión | Málaga de un vistazo

Cita sin límites con Emilio Prados

Programado por el Centro Andaluz de las Letras, Javier La Beira –filólogo, investigador, escritor y director de la Biblioteca de la Generación del 27- nos invita a una cita sin límites emocionales con Emilio Prados; a un paseo literario con el poeta y editor. Un encuentro con sus espacios habitados para evocar acontecimientos de su vida con retazos de cotidianidad, de una existencia arraigada en el discurrir constante de la fuga hacia el mar.

Quedamos en Tomás Heredia, 15. Al reencontrarnos, Emilio nos sugiere la palabra Tiempo. Todos nos miramos. Él, quizás percibiendo a Mozart, nos brinda el primer saludo: «¡Nunca amé la vida con más fuerza y alegría! ¡Y sigo y seguiré amándola!». Después de las presentaciones, abrimos el mapa cartografiado por La Beira a través del cual, junto al «romántico de la huida», nos va a guiar en un recorrido atemporal en la visita al jardín cerrado de Prados. Un refugio donde cultiva sus dos grandes pasiones: la creación poética y la labor suspirada que le impregna de tinta, de un tono que siempre infiltra de Sur, orientación mágica para descubrir su gran anhelo: fluir. Caminamos fluyendo por las calles más transitadas de su memoria: Alameda Principal, Córdoba, plaza de la Marina, Strachan, Larios, Granada, Sánchez Pastor, San Agustín, Gaona y Ollerías, unas vías enmarcadas siempre camino hacia al mar. Tras sus pasos panteístas, concluye la travesía donde comenzó, en la imprenta Sur, recuperado cosmos en el Centro Cultural MVA con su ‘Tiempo’ instalado en otra orilla por la misma marea. En la despedida, Emilio me pregunta con su estilo reconfortante, gracias a la sinceridad coloquial de su verbo y a la certeza con que nos muestra su propia experiencia: «¿Sabes nadar? ¿Sí? Pues vete un día a ese ‘Peñón del Cuervo’ (que tal vez sea yo mismo) y nada hasta encontrarme frente al mar, en donde solamente se ve el mar». Allí nos vemos, querido y secreto poeta.