Opinión | Tribuna

Los olvidos de Biden

Joe Biden "se duerme" durante 30 segundos en una ponencia de la COP26 en Glasgow.

Joe Biden "se duerme" durante 30 segundos en una ponencia de la COP26 en Glasgow. / Reuters

Leía recientemente que Biden, actual presidente de los Estados Unidos, se unía a la corriente populista de descendientes de españoles que hoy gobiernan algunas repúblicas iberoamericanas, y solicitaba que España pidiera perdón por la conquista de los territorios americanos hace más de 500 años.

Debemos saber, que desde la creación de las repúblicas americanas, la mayoría de sus numerosos presidentes han sumido a sus indígenas en una situación de discriminación alarmante, acorralándolos en reservas, limitándoles sus derechos, y situando a esos pueblos en niveles de pobreza y exclusión importantes. Amnistía Internacional, en su informe ‘La situación de los pueblos indígenas del mundo’, en las reseñas dedicadas a los indígenas del continente americano, advierte de la dejadez de estos gobernantes hacia sus indígenas, que los han llevado a estar a la zaga en los indicadores de bienestar, siendo su esperanza de vida más corta, la calidad de la sanidad y la educación más bajas, o las tasas de desempleo más elevadas.

Parece que Biden no recuerda como la conquista del oeste de los Estados Unidos fue una acción de genocidio de los pueblos indígenas que habitaban esos territorios, donde se instauró la práctica de arrancar sus cabelleras por los colonos americanos, en contra de lo que nos han vendido las películas norteamericanas, llegándose a pagar por el Gobierno de Massachusetts doce libras por cuero cabelludo, indistintamente si era de hombre, mujer o niño, naciendo en esa época expresiones norteamericanas como «el mejor indio es el indio muerto», como se recoge en el trabajo de Wolfgang Mieder de la Universidad de Vermont de Estados Unidos, «El mejor indio es un indio muerto. Sobre la internalización de un refrán americano».

Biden tampoco recuerda, que la ‘Declaración de Independencia de las Trece Colonias’, firmada en 1776, cuyo borrador fue escrito por Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin, a los que se consideran ‘padres fundadores de los Estados Unidos’ y llegaron a ser los tres presidentes de dicho país, señala que los indios son «salvajes sedientos de sangre» y que su ‘Indian Removal Act’ de 1830, despojó de sus tierras a los indios norteamericanos obligándoles a trasladarse a las reservas, lo que llevó a miles de ellos a recorrer grandes distancias pereciendo muchos en el intento, recordándose la marcha de los ‘cheroquis’ como el «sendero de las lágrimas», lo que ha sido calificado por algunos historiadores como una acción de limpieza étnica, como describe el historiador argentino Marcelo Gullo en su libro ‘Madre Patria’.

Tampoco parece recordar las matanzas a los indígenas norteamericanos por parte del ejército, enumeradas también con detalle en el libro ‘Madre Patria’, entre las que destacan las masacres en 1846 del río Sacramento, la del lago Klamath, o la de Sutter Buttes, que catapultaron a su instigador John C. Fremont a senador de California en 1850, siendo incluso postulado a la Presidencia de Estados Unidos en 1856.

También olvida que el 22 de abril de 1850 el Estado de California aprobaba la ‘Ley para el gobierno y protección de los indios’ que legalizaba el secuestro y servidumbre forzosa de los indios por parte de los colonos blancos, o como en 1856 el Boletín de San Francisco declaraba que «cuando ocurre un brote de violencia india, el exterminio es el remedio más rápido, económico y efectivo», como recoge Pablo Ximenez de Sandoval en su artículo en El País de 12 de noviembre de 2018, «Los Ángeles retira una estatua de Colón: no hay que celebrar al responsable de un genocidio».

Biden no recuerda que sus indígenas norteamericanos, considerados en la época española como súbditos del Reino en aplicación de las Leyes de Burgos de 1512, no fueron ciudadanos norteamericanos hasta 1924, no tuvieron derecho a voto hasta el 1948, y no tuvieron libertad de culto hasta 1993 con la ‘Native American Free Exercise of Religious Act’, permaneciendo recluidos en reservas, extinguiéndose poco a poco, con escasos recursos y nivel de vida, alto desempleo, alto nivel de alcoholismo, y tasas de defunción más altas que los demás norteamericanos.

Dejando otras situaciones similares de marginación indígena en Estados Unidos, debiera recordarse a Biden el engaño norteamericano de culpar a España del hundimiento del Maine para justificar la invasión a Cuba en 1898, tras lo contenido en el libro editado por el Gobierno norteamericano, ‘Cómo fue destruido el acorazado Maine’, del almirante H. G. Rickover, jefe de la División Nuclear de su Armada, y por lo que aún no ha pedido perdón.

Aunque podamos entender que su hispanofobia pueda ser cuestión estratégica ante la situación económica y política actual de los Estados Unidos, es bueno recordarle, que su compatriota Charles Fletcher Lummis en 1893, tras visitar los territorios norteamericanos de la Nueva España, cambio su hispanofobia destacando la importancia del mestizaje de la cultura española en oposición al racismo anglosajón de su tiempo, y señalaba, en el prólogo de su obra ‘The Spanish Pioneers’, que no se había hecho justicia a los exploradores españoles por la desinformación que tienen los norteamericanos, ensalzando la labor de estos en la conquista de América.

Quizás encontremos la clave de lo que está sucediendo con esta «estulticia del perdón», en la frase de Maquiavelo, «la política es el arte de engañar».