Opinión | La libreta del Duque de Chantada

Eyenga y compañía examinan al Unicaja

Christian Eyenga en su etapa como jugador del Unicaja

Christian Eyenga en su etapa como jugador del Unicaja / L. O.

Christian Eyenga sólo jugó 6 partidos en el Unicaja para sustituir a un lesionado Adam Waczynski. Llegó al final de la temporada 2016-2017 para ayudar al equipo en los play off por el título ante Tenerife y Real Madrid y sus actuaciones abrieron un debate sobre si debía continuar o no. Sus buenos números y su espectacularidad parecía que merecían una nueva oportunidad pero no fue así, y el congoleño voló rumbo a Fuenlabrada. Allí sigue, renovando año a año y apurando su carrera para después pasar al otro lado y convertirse en agente de jugadores.

Eyenga nació en Lemba, un barrio de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo. Un país muy rico en recursos naturales pero que sufría la cruel dictadura de Mobutu. Los diamantes, el oro, la plata, el uranio o el coltán que salían de su subsuelo acababan convertidos en dólares en múltiples cuentas en Suiza. En las calles se respiraba un clima bélico: «Crecí en una guerra civil. Había tiroteos y no se podía salir a la calle». A pesar de vivir en una familia acomodada, su infancia que recuerda como dura pero feliz, no fue sencilla. Su padre trabajaba en el gobierno «aunque eso no te garantizaba que no te pegaran un tiro y murieras si salías a la calle» y su madre, Giselle, había sido internacional con la selección de Zaire.

Su primer amor fue el fútbol: «Me encantaba. Jugaba de mediocentro y era bueno. No me gustaba el baloncesto» pero para sus hermanos mayores, Khomemy y Kennedy, no existía otra cosa que la pelota naranja. A eso se unía la admiración por su compatriota Dikembe Mutombo. En su casa los tres hermanos miraban durante horas las cintas de la NBA para luego tratar de imitar aquellas acciones en la canchas de Lemba. Y aunque su madre intentó con todas sus fuerzas en que Christian fuera médico, el veneno del baloncesto ya le había contagiado. Además tenía la fuerza de su hermano Khomemy: «El murió en un accidente. Era mi ídolo, le llevo en el corazón y sé que está orgulloso de mi».

En 2007 fue descubierto por Anicet Lavodrama en un torneo de Basket sin Fronteras en Sudáfrica y lo trajo al Joventut de Badalona. Ese mismo año debutaba con la selección de su país en el Afrobasket. En Badalona se moldeó con algunos de los mejores entrenadores de formación de nuestro país: Margall, Aito, Pepu Hernández, José Raventós, Sito Alonso o Jordi Martí. Elegido en el Draft de la NBA de 2009 en el puesto 30 por los Cleveland Cavaliers, ha compartido vestuario con Lebron James, «sólo en algunos entrenamientos», Pau Gasol y Kobe Bryant: «Cuando me traspasaron, llegué al vestuario de los Lakers, me presente y vi que mi taquilla estaba al lado de la suya. Estuve como 20 minutos mirándole. Kobe se dio cuenta. Entendió que le admiraba. Fue increíble coincidir con él». Un ídolo del que aprendió una ética de trabajo: «Quise hacer méritos y fui como dos horas antes al entrenamiento y él ya estaba allí. Era una gran estrella, pero también el que más trabajaba. Por eso era el mejor».

Eyenga ha recorrido mucho mundo donde ha aprendido muchos idiomas, el francés que habla con su madre, el español, el inglés, el swahili que aprendió con su abuela o el lingala que utiliza con sus amigos del Congo, pero sobre todo habla el lenguaje del baloncesto y de la vida. Un camino que hace que en sus 32 años haya vivido varias vidas y que le sitúa el sábado con su equipo en el Carpena para medir la situación real del equipo de Fotis Katsikaris.

Unicaja no acaba de arrancar y más que corregir errores parece repetir los errores del pasado. Un plantilla «muy bonita», con mucha calidad pero que no acaba de rendir, que no tiene consistencia, que tiene jugadores «estrella» que no pueden jugar juntos y sobre todo que es muy blando y no sabe jugar como equipo. La derrota en Dijon es la última muesca en un equipo que necesita, más que nunca, carácter y un líder de verdad que mantenga al equipo. Se pueden poner muchas excusas pero la realidad es que el equipo no le ha ganado a ningún equipo, no ya de un nivel superior, sino de su mismo nivel y ahora mismo, con 10 jornadas disputadas, está a 2 victorias de la Copa y con un calendario que no invita al optimismo. Y este año no se le puede echar la culpa ni a la Eurocup, ni al palco, como otras temporadas. Los responsables están únicamente en la cancha. Suerte... y poneos la mascarilla, salva vidas.

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