Opinión | La señal
¡Que arda Troya!

Imágenes de la tanqueta en la huelga de Cádiz. / Europa Press
Hoy no necesitaré hacer running, con la de carreras que me estoy dando y los estiramientos lanzando piedras y cócteles molotov a la Policía, tengo bastante. Después he quedado con los colegas en un bar de Puertatierra a tomar unas cañas. Que esto cansa, joder. Estoy en la Avenida Juan Carlos I, ya no sé si el Kichi, mi alcalde, le ha cambiado el nombre o está en ello. El Kichi es genial con su Fermín Salvochea, que también fue alcalde y presidente del cantón de la ciudad.
Oye, tío, ayúdame con el banco ese, lo vamos a poner ahí en medio y le pegamos fuego. La gasolina la tiene aquel, dile que se venga para acá.
Ok, eso está hecho.
Al fondo, la Policía deja hacer porque no recibe órdenes -por el sistema Tetrapol- de cargar hasta que no se interrumpa el tráfico o ardan las barricadas. Parecidas escenas tienen lugar en esos momentos en la barriada Río San Pedro y en el Puente de la Constitución de 1812, donde está apostada una tanqueta BMR de la UIP que Yolanda Díaz, la ministra, quiere que se retire, y también que la Policía no tire botes, que le pueden hacer daño a algún trabajador, pobrecitos, que solo defienden el pan de sus hijos. Porque los policías no, defienden a la burguesía, es que algunos no se enteran.
Y él enciende un marlboro, le da varias caladas y lo arroja a la gasolina, que resopla y se expande como un rayo rojo y azul. El griterío aumenta de volumen. Traen piedras en unas grandes bolsas de Carrefour de una obra cercana y llueven sobre los policías tras sus escudos. El jefe de uno de los grupos de uniformados le comenta a quien está a su lado con una lanzadora de botes que peor se van a poner las cosas con la reforma de la ley de seguridad, que quedarán vendidos en la calle, y le explica que esa reforma es producto del acuerdo de PSOE y Podemos. No van a reforzar la protección de la Policía, qué cosas tienes, le contesta su compañero. La verdad es que el grupo de antidisturbios no pasa frío con el casco, el chaleco antitrauma, las protecciones complementarias, los guantes y las botas y, encima, las carreras, el fuego…
Menos de cien metros más allá, desde las aceras del colegio San Felipe Neri, les están lanzando con tirachinas bolas de rodamiento, por lo que instintivamente varios policías se agachan, pero ellos todavía no hacen nada, no tienen órdenes. ¿A qué esperan para decirnos ¡vamos!?, se pregunta un joven policía botando sobre el terreno.
A ver tío, ¿tú por qué crees que Bildu está donde está?, pues porque antes los colegas de la ETA cogieron las pipas. ¿O los indepes catalanes llevándose la pasta?, pues antes tuvieron que incendiar las Ramblas. Y aquí, en los astilleros, lo mismo, a base de pedradas mantenemos los puestos de trabajo. No hay otra, al que no pega, le pegan. Así es la historia.
Los dos soldadores cogen piedras del suelo después de vaciar las bolsas y las lanzan con todas las fuerzas de que son capaces, pero muchas están impactando en los coches aparcados en la acera de la derecha, que tienen los cristales rotos, abolladuras en la carrocería y sus alarmas disparadas. Entonces, ven que la Policía avanza, lentamente, protegiéndose, no es propiamente una carga, y ellos se dicen que ni un paso atrás, aquí los esperamos si tienen cojones. Al cabecilla, se le cae la bufanda que tiene enrollada en la cara y por unos instantes muestra su rostro, suficiente para que sea identificado, pero no le pasará nada, por supuesto, y aprieta con fuerza el nudo de lana.
Desde los edificios próximos no hay nadie asomado, las vecinas, los jubilados y los parados se esconden tras las cortinas y alguno graba con su móvil, pero las imágenes no tienen la fuerza de las que se toman desde el mismísimo asfalto por los trabajadores y que después se enseñan unos a otros en el bar entre birras y birras. Pero todavía les queda un rato. Hasta que no sea la hora, nadie se mueve de aquí, dice alguien que dirige desde atrás. Miguel Hernández lo puso por escrito:
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
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