Opinión | DE BUENA TINTA

Dejen mis Reyes en paz

«Cómo explicarle a un niño que los Reyes Magos no existen» o «Cómo explicar a un niño la verdad sobre los Reyes Magos». ¿De verdad piensan que los padres de España estamos necesitados de este asesoramiento anunciado bajo rótulos de neón?

Málaga Acoge también hizo entrega de los regalos, a manos de Melchor, Gaspar y Baltasar, durante una acto celebrado en el colegio Prácticas número 1.

Málaga Acoge también hizo entrega de los regalos, a manos de Melchor, Gaspar y Baltasar, durante una acto celebrado en el colegio Prácticas número 1. / Álex Zea

Por algo diría Einstein, que no mi tío Genaro, aquello de que sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana. Pero, ¡ay!, si la sandez coge y se viene arriba para recrearse y retroalimentarse en canales de Youtube donde prolifera la estulticia y el contenido hueco que se infla a costa de una información que no sólo no sirve para nada sino que, además, puede resultar perjudicial para muchos, el infinito de la necedad termina por expandirse todavía más allá de los últimos linderos del cosmos. Porque, ¡ojo!, que cada cual publique lo que le venga en gana dentro de la legítima libertad personal y las fronteras de la legalidad me parece divino: cada uno con sus gustos, yo con los míos. Pero si lo que divulgas legítima y legalmente bajo la petulante promoción de un bien colectivo genera más conflictos que soluciones, igual resulta que tienes que hacértelo mirar.

Hace tan sólo unos días que mi hijo pequeño me llegó con la plática de que los Reyes Magos eran los padres porque así se lo había oído decir a una tipa en un canal de YouTube en el que se vendía la pamplina de cómo los progenitores tenían que contarle a sus hijos que Melchor, Gaspar y Baltasar no existen. ¡Valiente mentirosa!, hijo – le dije. ¡Su muertos! –le añadí por lo bajillo a mi mujer. Y yo, y junto a mí toda mi casta, maldigo esas nefastas plataformas gestionadas por titiriteros de la autoayuda propia y ajena gracias a las cuales mi chaval, buscando inocentemente algunos datos sobre los Magos de Oriente, se ha encontrado con una información a destiempo que le ha sido dada no en el patio del colegio, sino por el titular de una tipeja con visos de veracidad.

Señores gestores de contenido: me parece maravilloso que pretendan teñir de una falsa aura psicológica sus precedentes entradas sobre moda y varietés del famoseo, pero no adelanten, titulen y publiciten desde quién sabe qué tramas de hora de diván a euro la edad a la que una ilusión debe o no debe mantenerse en el hogar de cada cual: «Cómo explicarle a un niño que los Reyes Magos no existen» o «Cómo explicar a un niño la verdad sobre los Reyes Magos».

¿De verdad piensan que los padres de España estamos necesitados de este asesoramiento anunciado bajo rótulos de neón? Ningún profesional serio publicitaría vídeos con tales títulos en un canal de YouTube: unos títulos que no sólo indican una inabarcable falta de psicología, sensibilidad y empatía frente a todo aquel que pueda leerlos sin tener que hacerlo sino que, además, demuestran una brutal carencia de contenidos útiles y que puedan ser realmente objeto de una interesante difusión.

Si mi familia se viera necesitada de la intachable ayuda de la Psicología para gestionar los días, seremos nosotros quienes acudamos a un psicólogo que guíe nuestros pasos desde la seriedad de la profesión. Pero ustedes, señores de los canales, que vienen promocionando como elefante en cacharrería los momentos en los que les tengo que contar tal o cual cosa a mis hijos, no son dignos de profesión alguna, sino más bien pertenecientes a la escuela del maestro Liendre: que de todo sabe y de nada entiende.

Mis hijos mayores ya conocen la verdad sobre el asunto, una verdad que jamás se ha explicitado en casa y que, sin tener que decirlo, se sigue custodiando como se custodia la magia en el hogar: apoyando a unos padres que sostienen los sueños de los hijos que vienen por debajo y los de todo aquel que quiera seguir soñando. Porque, más allá de lo que cada niño escuche entre iguales, es la propia madurez la que delata estas verdades, no una conversación de sofá al amparo de lo que dicte un gurú de internet. Nada hay que explicar, todo se va asumiendo, compartiendo y salvaguardando en conjunta colaboración familiar.

Gasten su divulgación, faranduleros con bata blanca, en asuntos que merezca la pena solucionar y no en realidades que poco problema suponen para las familias, realidades que se alzan como patrimonio intocable y sagrado de cada hogar. Por el amor de Dios, ¡si hasta la prudencia de los telediarios y los periódicos juega su papel en la trama! ¡Bocachanclas!

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