Opinión | 725 palabras

El colmo

Colmar, que es una comuna de la recientemente denominada Colectividad Europea de Alsacia, es un municipio mágico que, permítaseme una ironía hiperbólica, como Málaga, ha sabido conservar su talante y su carácter a lo largo de los siglos. ¡Ay, lo pienso y me duele de insana envidia...!

El municipio alsaciano de Colmar, más allá de evocar a un simple verbo, es una rotunda huella de la memoria que ha sobrevivido al vaivén de sus vicisitudes históricas, manteniéndose fiel a sí mismo incluso en las circunstancias más adversas que entre finales del siglo XIX y el inicio de la segunda mitad del siglo XX lo llevaron a ser ora francés, ora alemán; ora alemán, ora francés; ora francés, ora alemán; ora alemán, ora francés, sin perder un ápice de su carácter, especialmente en tiempos de Navidad en los que su esencia se ilumina mediante un cuidadoso espectáculo de luces que la magnifican. El incólume centro histórico de Colmar es un centro de cuento y su principal barrio histórico –la petite Venise–, entre canales, es un cadencioso viaje en el tiempo.

Aunque, quizá, Colmar sea verdaderamente el colmo del que pretendía escribir desde el inicio, confieso que no se ha tratado de eso, sino de que ha vuelto a ocurrir: otra vez se le ha ido la olla a mi pluma. Imposible dominarla cuando arranca en modo «a su bola» para dar rienda suelta a su puntito grafómano. Por enésima vez me ha demostrado que cuando decide ir por libre, no hay quien la pare.

Yo no me había sentado para exaltar las esencias de Colmar, que tiene muchas, sino para derramar palabras en un artículo sobre el colmo de las cosas y los casos. Independientemente de ello, Colmar, como comuna, es el colmo de la coherencia en el oficio de mantener la memoria y mi pluma el de la rebeldía indomable.

En español, «colmar» es un verbo munificente, y «colmo» un adjetivo con parentesco lingüístico en segundo grado. Ambos, verbo y adjetivo, más veces definen lo aspiracional que lo logrado, excepto cuando expresan fatuidad. Los colmos, especialmente los de las buenaventuras, pocas veces se cumplen y se mantienen sostenidos más allá de su medio camino, es decir, el colmo del bien forma parte del ejército de las esperanzas y, como estas, a veces se cumple enteramente y a veces no. El ejército de las esperanzas es una unidad de élite cuyo territorio siempre es la vanguardia de los logros y los colmos.

Se me antoja que la actual situación pandémica es un escenario cuasi perfecto para representar los logros y los colmos, tanto en su sentido fatuo, como en el más ovante de los posibles. Visto el escenario que propongo con los ojos entornados, las vacunas y sus tiempos de producción han representado el colmo de la eficacia. Todos los países ricos han sido capaces de pseudoinmunizar a sus habitantes a base de esfuerzos conjuntos. Pero visto con los ojos abiertos de par en par, el colmo de la eficiencia le corresponde a la industria farmacéutica mundial, que es la que sigue controlando el ritmo, la cadencia y el tempo de la partitura.

Desde los inicios de la pandemia, allá por diciembre de 2019, que es cuando realmente se supo de su existencia, el escenario del combate ha venido marcado por dos contendientes: en un rincón, defendiendo sus derechos de infección, su majestad el SARS-CoV-2. En el rincón opuesto, defendiendo sus derechos de no ser infectada, la todopoderosa humanidad compuesta por los listos más listísimos del Universo.

Desde los inicios de la pandemia, repito, allá por diciembre de 2019, el SARS-CoV-2 no ha cesado de atacar y los listos más listísimos de Universo no hemos cesado de defendernos. Nunca, insisto, jamás, desde que el combate inició, el hombre ha ido por delante del SARS-CoV-2. Toda la estrategia, desde el inicio hasta nuestros días, ha consistido en un combate en el que el virus que muta y muta ataca y la humanidad se defiende.

Y mientras no se actúe adelantando al virus así seguirá siendo, para multimillonario bien de las compañías farmacéuticas que, evidentemente, tienen derecho a un sustancioso premio y reconocimiento por sus logros, pero no al colmo que representa el ir ajustando sus tiempos a base de la enfermedad y la muerte de la humanidad, insisto, compuesta por los listos más listísimos del Universo.