Opinión | Marcaje en Corto

Una pandemia que no entiende de campeones

Djokovic espera la decisión de la justicia para jugar el Abierto de Australia

Djokovic espera la decisión de la justicia para jugar el Abierto de Australia / L. O.

Faltan pocos días para que se cumplan justo dos años. Agotábamos enero de 2020 y un joven entrenador malagueño, mascarilla en mano, me narraba los primeros contratiempos laborales que ya empezaba a generar el nuevo coronavirus.

Apuntaba directamente al Gobierno chino cuando tenía que referirse a las restricciones que iban a impedirle volver a Asia, donde tenía y mantiene su puesto de trabajo. La enfermedad tardó menos de dos meses en convertirse en fenómeno global, en ser proclamada como nueva pandemia.

Todas las competiciones deportivas terminaron por detenerse, al tiempo que se extendía un confinamiento masivo del que no habíamos tenido constancia en un siglo. La crisis sanitaria terminó por cambiar nuestros hábitos, pero también los de la mayoría de los deportistas de elite.

Y digo la mayoría, porque durante la primera semana de mayo, a una semana de que se pudieran reabrir las pistas de tenis en España, desataron la polémica unas imágenes de Novak Djokovic entrenando en las instalaciones de Puente Romano.

No había empezado al fase 1 de la desescalada cuando se acusó al campeonísimo serbio de haber incurrido en un incumplimiento de la normativa estatal, al haberse ejercitado junto a otro tenista en el afamado recinto marbellí. Djokovic se ha estado ejercitando justo en estas mismas pistas durante el cambio de año, a la espera de recibir la autorización para viajar sin vacunar hasta tierras australianas.

Para cuando lean estas líneas se sabrá si finalmente recibe la autorización para disputar el Abierto de Australia que, de conquistarlo por décima vez, podría convertirlo en el jugador con más «grandes» en la historia del tenis moderno, con 21 títulos frente a los 20 de Rafa Nadal y Roger Federer.

Pero cabe recordar a estas alturas de mes, ya desatada una nueva polémica global con «Nole» como protagonista, que antes de que acabase 2021 ya hubo una advertencia pública por parte del primer ministro australiano, Scott Morrison: «No habrá trato de favor».

Durante estos casi dos años hemos visto cómo la mayoría de naciones se han esforzado, con castigos más o menos ejemplarizantes, por haber ver a la ciudadanía que la pandemia no entiende de campeones. Algunos atletas han cometido errores gravísimos, al divulgar imágenes en las que quedaban retratados, saltándose restricciones en fiestas privadas o eventos multitudinarios. Y se les ha hecho pagar, de una u otra manera.

Al respecto y preguntado por Djokovic, Nadal declaraba la pasada semana: «Él tomó sus propias decisiones y todos son libres de tomar sus propias decisiones, pero luego hay algunas consecuencias». Es cierto que hay un debate público, también global, sobre las restricciones que se han impuesto durante la pandemia, en el ámbito de las libertades individuales que tenemos como ciudadanos.

No obstante, es a todas luces indiscutible que la conducta de los grandes deportistas, protagonistas de los grandes espectáculos de nuestro tiempo, puede marcar la educación de aquellos jóvenes que los toman como ídolos. Esa responsabilidad siempre ha estado ahí. Y debiera guiarlos a la hora de tomar ciertas decisiones.

En estos casi 24 meses hemos podido ver cómo deportistas profesionales de nuestra provincia vieron condicionadas sus vidas en función de las limitaciones que los gobiernos han establecido por culpa del Covid-19.

El excanterano malaguista Raúl Baena incluso tuvo que contraer matrimonio en un tiempo récord, como confesaba en estas mismas páginas, antes de tomar un vuelo a Hong Kong para prolongar con su trayectoria futbolística internacional (ya pasó por Australia y Grecia).

Los ejemplos son numerosos. Y atestiguan todos que, en efecto, los principios éticos y morales deben obligarnos sin excepciones, ni consideración alguna.