Opinión | Tribuna

Ganó el espectáculo (Benidorm Fest)

Un momento de la actuación de Rigoberta Bandini en la final del Benidorm Fest.

Un momento de la actuación de Rigoberta Bandini en la final del Benidorm Fest. / RTVE

Ya no se puede asistir a un espectáculo sin que no venga envuelto de tufos políticos, y si no los tiene se los endosamos. El revival del Benidorm Fest ha sido toda una sorpresa, pues era algo que se había perdido en la memoria de los tiempos, estancado en el postfranquismo. A ello se le añade la decente calidad de cada una de sus propuestas, diferentes entre sí, pero muy vistas a lo largo del certamen de estos años, dejándonos en evidencia, como siempre. El supuesto espíritu creativo e innovador del arte español se queda en bragas si lo comparamos con Suecia u otros países. De hecho, hace más de medio siglo que no ganamos Eurovisión. Por lo visto ya es mucho más fácil conseguir un mundial de fútbol. Pero es que nos lo ganamos a pulso, con nuestros complejos, nuestras grescas y nuestros supuestos fraudes y tongos. Nadie está a gusto con quien gana. Y todo el mundo contempla la sombra del enchufe y del expolio. Si es que somos así, no podemos cambiar.

Mientras algunos nos dedicábamos a escuchar y contemplar las canciones finalistas, los grupúsculos de las pendencias se dedicaban a criticar: que vaya con los mensajes podemitas de tetas y panderetas; otros que no hay personalidad, que si imitamos a los demás; los eruditos a la violeta, que están de vuelta de todo, que si eso sigue siendo la horterada de siempre, luego en su penosa vida estos no han escuchado una ópera completa; que si tal y que si cual. Venga a ponernos zancadillas.

Todas las propuestas han sido tan diferentes como interesantes, pero a todas le has faltado un punto de calidad o innovación, por lo que nos encaminamos a la década de los sexalescentes o sexagenarios sin dar en la diana.

La ganadora, Chanel, digna y elaborada, es un claro dejá vù de otras propuestas. Siempre llegamos tarde. La dignísima Rigoberta te plantea una canción pegadiza y con un mensaje interesante con chicas danzando en derredor en una suerte de akelarre after en bragas, y una súper teta flotando al fondo. La derecha ya estaba desgarrándose las vestiduras. Y yo de las nervias ante tantos indignadísimos tuits. ¡La Inquisición resucita, por el amor de Dios! Las otras chicas, las galleguiñas, nos ofrecían una original danza folk con otro encomiable mensaje: que no debería haber fronteras, pero luego ensalzaban los países ibéricos. De las nervias nuevamente. Ya se me atragantan las incongruencias. No las digiero bien. Un grupo de rudos hombretones cantaba con un tambor igual que una tuna apocalíptica y arrítmica. Luego se encontraba la Blanca Paloma, injerto de Rosalía y Diana Navarro, que llegaba a conmoverme, pero no llegaba a despegar: otro desperdicio. Un chico discotequero, plantado en el escenario sin moverse, como un espantapájaros, emulando las grandes canciones suecas. Por ahí andaba Gonzalo, una especie de Alborán, que hubiera triunfado en La Voz claramente, pero no terminamos de aprender que Europa no comulga con estas iniciativas. Y Azúcar Moreno erre que erre. ¡Qué pesadas! ¡Que esas canciones no venden ya! Por desgracia. Quizás, nunca han vendido. Por otro lado, había dos canciones muy al estilo de La casa azul, que entran dentro de mis gustos, pero ya deberíamos saber que los gustos personales no cuentan, o seguiríamos enviando a los frikis, como los Chikilicuatres.

Al menos, la ganadora resulta una propuesta digna, aunque obviamente no va a ganar porque es más de lo mismo. En este festival la marca España sigue por los suelos, pero nadie se preocupa por reactivar este evento. Este año, todos hemos visto un gran avance pero sigue siendo insuficiente.

La creatividad de España, musicalmente hablando, sigue estando en entredicho. A la vista está. Somos unos fieras en nuestros particulares estilos aflamencados, pero somos incapaces de conectar con Europa, porque hay zancadillas por doquier y supuestos tongos en cada candidatura. Todo se politiza de la forma más burda. Incluso en el cine, solo disponemos de determinados directores y actores que pueden conseguir Oscars para nuestro cine, pero una parte de nuestra clase política berrea contra ellos porque no comulgan con sus ideas políticas.

Si es que no tenemos remedio, el principal enemigo de los españoles somos nosotros mismos. Por cierto, vamos a pensar que ha ganado la mejor y que es todo un espectáculo, y si no te gusta te aguantas. Es lo que hay.

No servirá de mucho, pero podríamos ir moviendo ficha. Este festival podría ser rotativo. El próximo año podría celebrarse en Marbella o Torremolinos. Digo yo.