Opinión | Entre el sol y la sal

Malfolladas

Desde tiempo inmemorial unos miran para adelante y otros para atrás. Unos dedican su tiempo a asegurar un futuro mientras otros se empeñan en reescribir el pasado, y lo de estos últimos, fuera del academicismo histórico, da como penita. Gente empeñada en perder el presente regodeándose en un pasado lejano que nunca volverá. Muy útil, la verdad, no parece. La semana pasada el telescopio James Webb se estacionó en su ubicación final a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra. Este mirador espacial desarrollado con la colaboración de veinte países, flamante flecha de lanza de la cosmología más vanguardista, supone el mayor logro en el estudio del universo que nos rodea, y los científicos han conseguido lanzarlo, ubicarlo y desplegarlo milimétricamente en el punto exacto donde recibirá de forma permanente la luz del sol; energía que lo mantendrá encendido y en perfecto funcionamiento, ojo avizor, como un indio detrás de una mata, como una vieja del visillo espacial con alcance infrarrojo de longitudes intergalácticas, para ver hasta lo traspuesto, a años luz, y dar respuesta a cientos de cuestiones que asegurarán la permanencia y mejora de la raza humana.

En cambio, ni antes ni después, por iniciativa de Esquerra, CUP, Junts, los Comunes y la abstención socialista, lo mejor de cada casa, el Parlamento catalán ha indultado a unas 700 mujeres condenadas por brujería entre el siglo XV y el XVIII (entre el Siglo Quince y el Dieciocho, para los de la ESO). El pretexto para dedicar tiempo y fondos públicos a semejante hito es que, en palabras de la diputada republicana, Jenn Díaz: «Antes se nos decía brujas, ahora nos dicen feminazis. Nos llaman histéricas, nos dicen malfolladas». Pasando por alto que el número de judaizantes, sodomitas, blasfemos, etc, de género varón ajusticiado por la Inquisición o la turba vecinal es igual o superior, pero nadie pide su reparación; y desconociendo la fruición o calidad de las cópulas de la diputada separatista, lo cierto y verdad es que no están los tiempos que corren como para invertir ni un solo céntimo, ni un solo segundo, en cuestiones que a nadie importan, que a nadie benefician. Supongo que con semejante hazaña estadista ya han justificado su existencia cincuenta observatorios, treinta asociaciones, y otras tantas peñas creadas al efecto. Subvención a renegociar.

Mensaje para todos aquellos que hoy quemamos en la hoguera de la corrección política y la estigmatización social: No preocuparse. Dentro de cuatrocientos años, en algún Parlamento español, alguien les perdonará públicamente por haber opinado en contra de la corriente reinante, por haberse atrevido a tener criterio propio, por luchar contra el mantra impuesto, por criticar asuntos intocables o por, simplemente, ser librepensadores. Así que tengan paciencia.

Ahora hay mucho experto en vacunas, en freidoras de aire caliente, en normativa fronteriza australiana, en la relación geoestratégica entre Rusia y Ucrania, en lírica tradicional eurovisiva, en economía mundial y factores de recuperación, en macrogranjas intensivas, hasta en aliños para el adobo o toques de sal para la ensaladilla rusa, y curiosamente ninguno da con la tecla para solucionar los problemas actuales. Los de verdad, los que ahogan, los del día a día. Pienso en ello y caigo en la cuenta de que no sé a qué altura andaré en el ranking de los malfollados, pero si una cosa he aprendido, si en algo me he vuelto un auténtico especialista, es en perfeccionar el arte de detectar nítidamente quién viene a joderme. Incluso aunque esté a mil años luz de distancia. Por eso, la próxima vez que venga un político a gastarse los impuestos en algo que tuvo su interés hace cuatrocientos años me agarro el chichi y me hago la muerta.

Me comenta una amiga que si hay tanta malfollada es porque muchos hombres no la saben meter. Y yo le digo más: hay muchos hombres que ni siquiera saben apuntar. Miran al botón del no y presionan el del sí. Un amigo que se da por aludido dice que la culpa es de ellas, que se creen que nos dan miedo las tetas. Y yo pienso para mis adentros: ojalá ni a unos ni a otras les dé por diseñar telescopios.