Opinión | La calle a tragos

El santo Job en el convento trinitario

A los vecinos del barrio de la Trinidad no les queda otra que estar vigilantes y creerse que el eterno cuento del lobo está llegando a su final. El olvido soportado no tiene nombre

Vista actual del patio del Convento de la Trinidad de Málaga.

Vista actual del patio del Convento de la Trinidad de Málaga. / Álex Zea

La anhelada recuperación del Convento de la Trinidad de Málaga vuelve a situarse en esa línea de salida que imagina una meta en la que sacudirse su prolífico rosario de penosos antecedentes. Su hipotética transformación en un espacio cultural está tan plagada de proyectos que nunca terminaron de hacerse que incluso ahora, que la Junta de Andalucía da por segura su rehabilitación, toca estar a la defensiva con cierto escepticismo respecto a la puesta en valor de este valioso monumento del siglo XVI.

Por lo pronto, el ‘maquillaje’ de sus instalaciones nos dice que ha virado de su pasado ‘Drácula’ -fue inolvidable el rodaje allí de la versión del clásico de terror de Emilio Schargorodsky- a su momento ‘Santo Job’. En este preciso instante, está prohibido agotar la maltratada paciencia de su gente. A los vecinos del barrio de La Trinidad no les queda otra que estar vigilantes y creerse con cierto optimismo que el eterno ‘cuento del lobo’ está llegando a su final. Aunque para que lo vean con sus propios ojos, quedan todavía varios años más. Un lustro como mínimo. En el mejor de los casos porque la palabra ‘retraso’ acostumbra a abrazarse en el diccionario de sinónimos a los proyectos pendientes y las obras faraónicas . Sin ir más lejos, el presidente andaluz Juanma Moreno matizó la fecha de 2026, durante su visita del miércoles, con la inquietante coletilla de ‘si se cumplen los plazos’.

El olvido que está soportando este barrio malagueño no tiene nombre. Salta a la vista ante su tenaz colección de solares abandonados -sobre los que el Ayuntamiento de Málaga debe mover ficha- que la del convento no es, por desgracia, su única asignatura pendiente. Aunque sí la más mediática y la más confusa por todo lo que se ha mareado la perdiz, mientras se fiaba a este Bien de Interés Cultural la ansiada revitalización de esta baqueteada zona de la capital malagueña. A quienes viven en La Trinidad les siguen dando todavía muchas razones para tararear con indignación aquella cantinela popular: «Yo, que soy trinitario, me siento extranjero en la calle Larios».