Opinión | Control C + Control V

La vida es Risk

Miembros del Servicio Estatal de Guardia de Fronteras de Ucrania vigilan en el puesto de control de Kliusy, cerca de la frontera con Rusia, en la región de Chernihiv.

Miembros del Servicio Estatal de Guardia de Fronteras de Ucrania vigilan en el puesto de control de Kliusy, cerca de la frontera con Rusia, en la región de Chernihiv. / Reuters

Por las tardes jugábamos al Risk en casa de cualquiera, daba igual, en la casa de Dani, de Raúl o la mía. Si no había casa, jugábamos en un trastero o en el parque. Otros días, jugaba con mi hermano hasta la noche. Nos dio muy fuerte en aquella época. Dados, fichas, el tablero, ponlo aquí… Jugábamos al Risk a todas horas y aprendíamos geografía, estrategia y azar. Aprendimos que el mundo se rige en mayor medida por las normas casuísticas del parchís que por las mecánicas leyes del ajedrez.

Hay mucho ruido, un humo negro y espeso que cubre toda una región de Europa. Un estruendo silencioso de titulares y clickbait que evocan un ambiente prebélico, extraño, que da miedo. Nos miramos a la cara y no sabemos muy bien las respuestas; quizás no tengamos las preguntas. Donbass, la península de Crimea, Chérnobil, Kiev…, todo suena lejano y exótico. Rusia siempre fue un misterio y todos los que tenían que ver con la esfera rusa parecían detectives, como en ‘El Topo’ de Lecarré o así.

Ya digo, jugábamos al Risk, que es un juego de guerra y a la vez un atlas, y aprendíamos estrategia y logística. Conquistábamos Kamchatka, Alberta, Egipto, perdíamos Europa Occidental… Lo primero que había que saber era que para ser alguien en el juego, como en la geo-política real, debías tomar buenas posiciones y luego conquistar regiones, continentes enteros. Ir sumando, partida a partida. De esa manera, fortalecías tus fronteras como una señal de ataque y a la vez te protegías de posibles ofensivas enemigas. Entendimos rápido que la vida es Risk en la guerra, en las luchas intestinas de los partidos políticos y en los problemas de familia.

A día de hoy, no valen explicaciones breves, ni una columna de finde en un periódico. Para intentar entender la crisis entre Rusia y Ucrania hay que tener una visión panorámica y conocer bien nuestro pasado. La historia es lo único que nos convierte en adultos. Hace décadas, con la caída del Muro de Berlín se establecieron unas normas que se han ido disolviendo. La OTAN no se expandiría o eso le dijeron a Gorbachov cuando lo de la Perestroika. Sin embargo, los americanos ya están a las puertas de Moscú y van cercando a sus adversarios y eso no gusta ahí fuera. Desde este lado de la noticia lo llamamos defensa, tras el telón de acero invisible del siglo XXI lo llaman amenaza.

Tirábamos los dados, trapicheábamos con cartas, movíamos las fichas, conquistábamos países. Las tardes pasaban volando frente al tablero. El Risk nos enseñó que, si bien los ejércitos eran de plástico, los jugadores éramos seres humanos a los cuales se les podía inducir al error. También aprendimos que en la vida se aprende de error en error hasta el acierto más que de acierto en acierto hasta el error y que intentar evitar errores, a veces, es el mayor error de todos.

Leo un titular: «Los rusos dan un golpe en la mesa y ponen a 100.000 soldados en la frontera de Ucrania». Si fuera una partida de Risk, que lo es, diría que esa acción solo es efectiva como posibilidad. Accionar el botón de la guerra es malo para todos pero para Rusia sería definitivo. Rusia, como el resto de los imperios, ha perdido su gran capacidad muscular y necesita hacerse notar, demostrar cierta vigencia, que hay vida en las gélidas calles de Moscú.

Jugábamos al ajedrez, al Monopoly, al Trivial pero en aquella época nos dio con el Risk y aprendimos a pactar. Aquel juego nos enseñó que forjar alianzas era fundamental y que suponía gran parte de la estrategia. Un buen jugador emplea la diplomacia para formar pactos con el objeto reducir a los jugadores más fuertes y de la misma forma evitar que se formen acuerdos contra él. La importancia de la habilidad en la negociación nunca debe ser subestimada y puede vencer al mejor estratega militar.

Pero más allá de la movida de estos días, de si terminan pactando o disparando, si hay humanidad o errores, esta partida va de otra cosa. No se trata tanto de contener a Rusia sino a China. El juego siempre es mayor de lo que parece por la tele, todas las fronteras se tocan y ya digo que hay que tener una mirada global. China quiere aunar toda la pastilla euroasiática en una red comercial, la Nueva Ruta de la Seda. Estados Unidos lo siente como una amenaza y se ve fuera de esta ecuación. Mover las fichas de la OTAN hasta Kiev responde más a preguntas de las próximas décadas que a lo que piense Putin esta semana.

Las cancillerías y las bolsas tiemblan, miramos vídeos en Tik Tok de la artillería rusa por carreteras cercanas a la frontera, suenan tambores de guerra al fondo del pasillo de Europa. De pronto, un silencio ajeno y parece iniciarse una desescalada que engaña. Recuerdo aquellas tardes jugando al Risk y ahora entiendo que la vida, de alguna manera, es un juego de azar y matemáticas, que la vida es Risk. Pienso en la siguiente partida. Alguien, por ahí arriba, debe estar tirando los dados.