Opinión | SOL Y SOMBRA

La debilidad del adversario

Escuchando a los políticos, uno se pregunta si realmente creen la mitad de lo que dicen. Si no es así, como cabe suponer, porque lo contrario sería bailar en la irrealidad, tendríamos también que preguntarnos de nuevo por qué insisten en considerarnos a los demás idiotas. Sánchez se mostró en el hemiciclo falsamente conciliador y perdonavidas ante el cuerpo insepulto de Pablo Casado, que vaga en espera de una «salida digna»; por decirlo de otra manera de una colocación. Quiso tranquilizarle garantizando que no habría adelanto electoral, como si ello le sirviera a Casado de algo a estas alturas, puesto que él, magnánimo como nadie duda, jamás se aprovecharía de la debilidad del adversario para obtener ventaja. Claro que conociendo la franqueza y la credibilidad con que se maneja el presidente del Gobierno no es difícil barruntar que donde hoy ha dicho una cosa mañana diga otra totalmente distinta. La fama de mentiroso, no descubro el mundo al escribirlo, le precede.

Entre adelantar elecciones a mantener los plazos de la legislatura lo que media es precisamente el sentido de la oportunidad. Y dentro de ella está aprovecharse de los flancos débiles del rival. Si Sánchez decide no convocar las urnas es por otras razones que no tienen nada que ver con la grandeza y el juego limpio, y sí con la posibilidad de salir mal parado de ellas. Los sondeos, aunque supongo que el CIS lo contará de manera distinta, no han reflejado hasta ahora un ascenso trepidante de la izquierda. Lo que proyectan es una sangría en el Partido Popular y un subidón imparable de Vox, y esto quiere decir que la crisis de los populares, por sus especiales características y la fuerte polarización del electorado, supone en las intenciones de voto una escaramuza interna que concierne a la derecha pero que no beneficia realmente a la izquierda. Hay que ver si en los próximos días cambia el tiempo, y comprobar cómo evolucionan las garantías dadas por Sánchez.

Suscríbete para seguir leyendo