Opinión | Palique

Cielo rojo

Parecía el planeta Marte. O que tenía uno cataratas. Sin descartar un ‘arrebol’ inopinado

La calima cubrió el cielo de Málaga todo el día de ayer.

La calima cubrió el cielo de Málaga todo el día de ayer. / Álex Zea

No hay nada como abrir los ojos. Estaba ayer insomne pensando en el asunto para la columna y de repente, al despegar las pestañas, todo rojo. Rojo el cielo, rojos los techos de los automóviles, rojos los escaparates y nubes rojas como de un atardecer poético. Pero era bien temprano. No sabía si estaba en Marte o tenía cataratas.

Cuando en los atardeceres el sol se desangra y tiñe las nubes y el horizonte se pinta de rojo se llama ‘arrebol’. Pero el arrebol se anticipó, madrugó. El amanecer es lo mejor que nos puede pasar, pero este era irrespirable. Sí pintoresco. Barro, arena del Sáhara, tormenta que viaja desde el Norte de África. Puse la radio. En la radio siempre hay un experto de guardia. Se acabará el mundo, pondrás la radio y habrá un señor (después de meterse con el Gobierno) que te dirá que el mundo se ha terminado. Con detalles.

Se hablaba de otra cosa pero lo cierto es que en Málaga, también y sobre todo en Almería y otras en zonas de Andalucía Oriental, había caído un polvo rojizo que ensució coches, tiñó aceras, rasgó pulmones y nos cayó en el pelo haciéndonos pelirrojos a todos. País de panochos. Se hizo necesaria la mascarilla y los cafés se llenaron de gente con hambre de conversación. «Ya no se sabe qué más nos puede pasar», decía un señor con cierto parecido a Jordi Hurtado. Él por su parte estaba haciendo oposiciones a que, en efecto, le pasara algo, pues era la tercera copa de anís que se atizaba. «Es una plaga», promulgaba resignada una señora que llevaba unas bolsas con la compra pero que en esta columna la vamos a sacar mejor con un elegante maletín de cuero. Rojizo.

La lluvia puede dispersar este polvo encarnado que bien pudiera ser anaranjado, según la latitud, el daltonismo o la intensidad del fenómeno. A lo mejor ha servido para que unos poetas le echen versos. Los meteorólogos afirman que es una efémeride reseñable. O sea, como cuando le cuentas a alguien que viste nevar. Siempre que no seas de Islandia, claro.

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