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La guerra de los drones

Dron.

Dron. / ENAIRE

Lo que sabemos los ciudadanos normales sobre la guerra moderna es lo que hemos visto, como espectadores, en informativos y películas. Y esto quiere decir que casi todo lo que intuimos -porque sobre una guerra sólo sabe de verdad quien la sufre- tiene que ver con los conflictos en los que ha participado Estados Unidos.

De esta manera, películas como El francotirador (dirigida por Clint Eastwood) o la estimable En tierra hostil (de la directora Kathryn Bigelow), han revelado que, hasta ahora, en escenarios de guerra urbana contra enemigos no organizados, son los tiradores de precisión o los desactivadores de bombas-trampa los que pueden ser determinantes a la hora de ayudar a sus compañeros a salvar la vida. Sin olvidar el apoyo de los helicópteros, versátiles en cualquier terreno de combate.

Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania está mostrando al mundo televidente otra imagen de la guerra. Los drones están siendo muy protagonistas en la defensa de las tropas ucranianas, señalando objetivos para el fuego de la artillería, o atacando a vehículos de transporte, incluso blindados. Cuentas de Twitter como @oryxspioenkop y @UAWeapons están mostrando videos sobre la eficacia de los ataques apoyados o realizados por drones. La empresa turca Baykar es, en estos momentos, una de las referencias mundiales en este campo.

Cuando se creía que la principal baza en esta guerra injusta podría ser la cuestión de la ciberseguridad, la utilización de la llamada guerra híbrida para atacar el funcionamiento de las infraestructuras vitales, cada vez más digitalizadas, como el suministro eléctrico o las grandes fábricas, resulta que son los modestos drones (vehículos aéreos no tripulados, en la jerga) los que han irrumpido con éxito en el teatro de operaciones, causando graves y constatados daños a las fuerzas rusas.

Esta realidad no deja de ser paradójica. En el mundo civil, se piensa en los drones para la logística y el transporte. Grandes multinacionales de nombre más que conocido ya los estaban probando para la llamada logística de última milla. La falta de regulación de su uso por los ciudadanos, además, estaba causando problemas de privacidad (por incorporar cámaras para grabar sin consentimiento), o incluso alguna complicación en las proximidades de los aeropuertos.

¿Causará la guerra en Ucrania un aumento del interés por estos aparatos? No cabe ninguna duda. Ojalá que la previsible moda tenga buenos propósitos. En poco tiempo lo comprobaremos.

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