Opinión | TRIBUNA

Ucrania: Relato versus realidad

Lo que en realidad nos interesa saber es el incremento de recursos para nuestros centros educativos ante la llegada de estos menores

Alumnos en una aula de una escuela de Barcelona.

Alumnos en una aula de una escuela de Barcelona.

Cuando te enseñan las fotos que un cargo público sube a sus redes sociales, mostrándose como una persona sensible con la problemática social, con las personas migrantes, con las necesidades educativas especiales, con las niñas y niños con problemas graves de salud y un largo etcétera, ello nos puede llevar a pensar que, además de ser una persona comprometida con el sufrimiento de estas personas como cargo público que es, trasladará sus buenas acciones también al ámbito público.

Cuando el cargo que se ostenta es el de delegada provincial de Educación en Málaga, y se ve que su relato, bien detallado en las redes sociales, dista mucho de su gestión como delegada, estamos ante una interpretación magistral de un papel en este gran teatro en el que algunos se empeñan en convertir la educación.

Construir un relato en una red social para que se vea el compromiso en determinadas causas y no dar cuenta de lo que se está haciendo, no a nivel personal, sino como cargo público es una falta de respeto, en este caso, a la comunidad educativa, una más.

Málaga es una ciudad solidaria, con nacionales y extranjeros, lo ha demostrado en innumerables ocasiones, pero si las autoridades educativas no dotan a los centros de los recursos humanos y materiales necesarios, esas niñas y niños ucranianos que están llegando a nuestra provincia huyendo de una absurda guerra, como todas, no van a poder superar nunca las secuelas psicológicas y emocionales que el horror que han vivido estos días en su país les ha dejado grabada en sus pequeñas mentes. Estos menores y las mujeres que en la mayoría de los casos los acompañan, necesitan medidas que les garanticen un desarrollo integral a los primeros y normalizar sus vidas a las segundas.

Ante esta crisis migratoria provocada por la guerra de Ucrania, es necesario que la Consejería de Educación dé cuenta de los medios y herramientas educativas que se están poniendo en marcha o se van a poner inmediatamente, y no el curso que viene, especialmente, en relación a las Aulas Temporales de Adaptación Lingüística (ATAL). Con estas aulas, y gracias al profesorado encargado, se pretende, según la orden reguladora, acoger al alumnado migrante, de manera que se facilite su proceso de escolarización e integración, el aprendizaje del español como lengua vehicular, y el mantenimiento de su cultura de origen, con el fin de promover el conocimiento y la valoración de las diferentes culturas. Pero, sobre todo, estos docentes son personas sensibles que con una permanente sonrisa transmiten la serenidad que requiere este alumnado que se enfrenta a un nuevo país, y que para el caso de las niñas y niños refugiados de Ucrania es más necesaria que nunca.

Y es que ya están llegando menores de Ucrania a nuestros colegios. Los centros en su buen hacer han empezado a solicitar recursos porque saben lo que se necesita, ya sea personal de ATAL, de Pedagogía Terapéutica, Audición y Lenguaje, etc., pero esta administración educativa ya ha dicho que, de momento, nada. Y fiel a su sempiterna improvisación, hasta la fecha se ha limitado a enviar a los centros educativos unas instrucciones en las que se indica que, ante la llegada de este alumnado, los procedimientos de admisión son los habituales. Bueno, también dice que si reciben nuevas instrucciones avisarán, y que están a su disposición. La mayoría de colegios se están organizando para recoger alimentos, comida, ropa, etc. por iniciativa propia y hasta la fecha no conocemos ninguna iniciativa de la Consejería, salvo dichas vacuas instrucciones.

Lo que en realidad nos interesa saber es el incremento de recursos para nuestros centros educativos ante la llegada de estos menores. Cuántas horas de ATAL se les va a asignar y, sobre todo, si el corsé que establece la Orden de ATAL y que excluye a determinados tramos de edad y de enseñanzas dentro de la educación infantil y primaria, secundaria, bachillerato y ciclos formativos se mantendrá.

Además, caigo en la cuenta del recorte en el número de unidades públicas. Porque no olvidemos que la Consejería de Educación sigue en su afán de cerrar aulas en la escuela pública con la excusa del descenso de natalidad, porque lo de bajar la ratio no les parece necesario. Y me pregunto si la Delegación de Educación va a tener en cuenta a este nuevo alumnado y va a frenar estos cierres, pues aún no sabemos hasta dónde puede llegar la demanda de la población migrante. Espero que no se pongan a hacer números y acaben repartiendo niños y niñas en colegios fuera de las zonas donde han sido acogidos. Precisamente es a las grandes áreas metropolitanas y a la capital donde más población refugiada está llegando, y coincide con que en estas zonas es donde en los últimos años más unidades escolares se están suprimiendo.

Con la falta de planificación que ha mostrado la Consejería de Educación y Deporte, que en plena pandemia cerraba aulas, su gusto por dejar en manos de los centros la responsabilidad sin atender a cambio sus peticiones ni ofrecer recursos, mucho me temo que este curso estas niñas y niños no van a contar con nada extraordinario, y los centros van a estar más saturados. Llegarán a unas aulas desconocidas, con miedo, pero por fortuna en nuestros colegios, a pesar de la escasez de recursos, abundan las sonrisas, ese lenguaje que todo el mundo entiende y que facilita cualquier tarea.

Porque el relato, por muy bueno que sea o que a alguien le parezca que lo es, choca con la realidad educativa malagueña, de una Málaga solidaria y comprometida, como la que más, con la acogida del pueblo ucraniano, una Málaga que no merece la gestión educativa que, sobre este tema, realiza la Delegación Provincial de Educación.

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