Opinión | EN REDES

Mientras dure la guerra

Es complicado escribir sobre otros asuntos mientras dure la guerra en Ucrania. A las terribles imágenes del éxodo de miles de familias han sucedido ahora los vídeos que retratan la destrucción de un país. Ucrania delenda est, debió decir alguien en los pasillos del Kremlin, hace varias semanas, emulando a Catón el viejo, recordando las fratricidas guerras púnicas. Mariúpol, ciudad estratégica para los rusos, llave del pasillo terrestre con la península de Crimea, ya ha dejado de existir.

Diversos analistas resaltan la dignidad de Ucrania y de su presidente, el heroico Zelensky. No parece casual que la revolución europeísta de 2013 se llamara la Revolución de la Dignidad. Ajenos a su historia, olvidamos que en Ucrania convivían dos almas: la que pretendía aproximarse a Europa, y la que añoraba la órbita soviética. Es triste y paradójico que las zonas más proclives a Rusia, las más cercanas a Crimea, hayan sido ahora pulverizadas con bombazos y misiles.

Más vale honra sin barcos que barcos sin honra. La proclama de Casto Méndez Núñez se ha estudiado toda la vida en los colegios españoles, y sería conveniente repasar su origen incierto. Hoy por hoy, Ucrania se ha convertido en un no país, vacío de personas y esperanza, pero lleno de dignidad. ¿Ha merecido la pena? Quienes proclaman la derrota militar de Putin, el alto coste que está pagando por destruir Ucrania, piensan en términos equivocados. Los dirigentes rusos han sacrificado a ¿50.000? soldados y una parte de su extenso parque militar de blindados y camiones a cambio de reducir a Ucrania a escombros. Para su violenta mentalidad, ha merecido la pena. El pensamiento imperial no llora a sus muertos.

Lo digital sólo es importante cuando existe lo material. En Ucrania, diez millones de personas han perdido sus casas. Las fábricas han sido bombardeadas, las comunicaciones férreas y las infraestructuras han volado por los aires. Pase lo que pase, aunque sea un triunfo simbólico, toda esta gente ya ha perdido.

Mientras en Occidente seguimos avanzando hacia la identidad digital, el metaverso, la regulación de los flujos internacionales de datos o el ordenamiento de los mercados digitales, en Ucrania la tragedia se lleva por delante un país entero. En estas circunstancias, lo digital parece banal, superfluo. Un entretenimiento, casi un trampantojo. Mientras dure la guerra Ucrania debe seguir en nuestros corazones. Cuando termine, exigirá toda nuestra solidaridad, más allá de las palabras.

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