Opinión

Aeternum reestrena a Illana

El pasado lunes comenzaba la segunda edición del ciclo Aeternum, músicas sacras del mundo

Ciclo Aeternum en el Teatro Cervantes.

Ciclo Aeternum en el Teatro Cervantes. / Alejandro Fernández

Teatro Cervantes

28 de marzo de 2022

Obra: Ópera a 4. M.

Compositor: Francisco Hernández Illana.

Intérpretes: Trias; C. Bayo; J. E. García; L. Pacetti.

Dirección musical: Antonio del Pino.

El pasado lunes comenzaba la segunda edición del ciclo Aeternum, músicas sacras del mundo. Una segunda edición que sale de la Semana Santa como alternativa cultural para encuadrarse dentro de la cuaresma. Sea como fuere lo cierto es que la presente edición llega al escenario del Cervantes con tres propuestas musicales, deslumbrantes eso sí, aunque más breve que la experiencia pasada. Málaga sigue huérfana de un ciclo de música antigua ambicioso que ponga en luz el inmenso patrimonio musical hispanoamericano.

La primera de las jornadas de las tres que conforman estos nuevos conciertos llegaba de la mano de la Capilla de Música Maestro Iribarren que comanda el maestro Antonio del Pino. El maestro del Pino se presentaba en el escenario del Cervantes con una obra de quién fue maestro de capilla de la Catedral de Burgos, Francisco Hernández Illana. Se trata de una Ópera a cuatro con violines y oboes escrita con motivo de la llegada como arzobispo de Burgos, D. Diego de Perea fechada en 1741 cinco años después de que J. S. Bach realizara su última revisión de la Pasión según San Mateo. La partitura que ha llegado hasta nuestros días se conserva en el Archivo de la catedral de Astorga.

En la edición crítica de R. Ángulo se inclina más hacia la forma de loa encomiástica y considera el término ópera como una cuestión nada clara a la hora de nominar este tipo de piezas que aúnan lo instrumental y lo vocal para conformar páginas de gran plasticidad como la recuperada en el concierto pasado en la que se confrontan el estilo hispano de fuerte raigambre con el estilo italiano que triunfa en todo el viejo continente, aunque ya existían ejemplos en este sentido como los propiciados por Iribarren o el propio Nebra, que sin renunciar al carácter hispano incorporan, imitan y reinterpretan los presupuestos de los maestros italianos, por algo el barroco es considerado un estilo internacional en toda regla.

Articulada en un solo acto y dieciocho ensalzan las virtudes y cualidades del dedicatario. El cuarteto solista de esta pieza estuvo encabezada por la soprano Miriam Trías una incipiente cantante que deja ver muchas de las cualidades vocales que van a convencer a los aficionados, destacar la facilidad para el agudo aún falto de un apoyo seguro pero en el que ya destacan interesantes filados y gusto musical. Otro de los descubrimientos de la velada fue la soprano Cristina Bayo que demostró gran seguridad y dominio de la partitura y excelsa en el aria “Cuando el mar bondad promete” que poco dista de un aria de bravura. Bayo destiló un cuidado especial en las agilidades y el brillo de los agudos.

Las voces masculinas estuvieron encabezadas por el tenor Luis Pacetti que nuevamente -y con la sencillez que lo describe- sencillamente brindó una lección de canto, tanto en las agilidades y dicción, como en la emisión grande y bien apoyada. Cerraba el elenco la participación del contratenor J. E. García que acusaba cierta fatiga aunque resolvió sin dificultades.

Del capítulo instrumental destacar el trabajo de la Capilla del Maestro Iribarren con instrumentos historicistas que dieron carnalidad y credibilidad a este nuevo reto musicológico propuesto por su director, el incansable Antonio del Pino.