Opinión | El Palique

Y ahora, las pérgolas

Crecen como setas. Después de la epidemia de las vallas, pérgolas por todos los sitios. Horrorosas

Estructura para una pérgola en la calle Cerrojo.

Estructura para una pérgola en la calle Cerrojo. / Pepe de Loma

Y ahora, las pérgolas. Le entra a uno complejo de inspector de desaguisados. A veces, en Málaga, pasear es llorar. El flâneur o paseante malaguita no puede admirarse de la belleza, que es mucha, demasiado rato. Porque de repente, zas, una valla. Un Moneo, un muro, una casa de Cánovas, una calle sin baldear, Correos abandonado, Hacienda fantasmal. Ya mismo hay gente recogiendo firmas para que se vuelva a levantar el silo.

-Pero oiga, ¿usted por dónde pasea?

Ya hablamos el otro día de la manía de las vallas a propósito del engendro que se quiso colocar entre los yates y el paseo en el Muelle Uno, cambiado a tiempo y a regañadientes por un panel transparente. Pues ahora viene el sarampión de las pérgolas. A la de Santo Domingo, que afea la iglesia y la plaza y el contorno y es más horrible que Chewbacca recién levantado, se une otra que ya asoma como esqueleto de monstruo: detrás del hotel Ibis, en un costado del Conservatorio de calle Cerrojo. La misma estructura y diseño. Esto es una epidemia. Esto es que han contratado unas cuantas.

Y venga pérgolas. Toda la vida al sol y no llueve y ahora hacen falta pérgolas. Pérgolas a todo tren, pergolismo ilustrado, levantémonos todos hasta la pérgola final. Málaga, capital de la pérgola. Copa América de Vela, no. Pérgola sí. Expo Pérgola 2027. Ponme una pérgola a la malagueña. Pérgola con espetos. La pérgola quizás es la evolución lógica del chambao, luego llamado tinglao, que en no pocas ocasiones derivó en casoplón hermandad. O no. Las pérgolas están creciendo como setas en este tiempo lluvioso y malandrín, primaveral indeciso, de días largos y aceras estrechas.

Pérgola viene del italiano y viene a significar jardín en la techumbre, pero aquí el único jardín que hay es en el que se está metiendo el Ayuntamiento. Nos gusta más la acepción latina del término: balcón. Siempre que no nos asomemos al ridículo.

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