Opinión | IMPRESIONES

La amenaza nuclear

Toda situación mala puede empeorar y se oyen voces que advierten del posible uso en Ucrania de armas químicas, biológicas e incluso nucleares. «La perspectiva de una guerra nuclear vuelve a ser una posibilidad» ha dicho António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas. Es una afirmación que pone los pelos de punta y que no se debe tomar a la ligera. La invasión de Ucrania tiene enormes consecuencias para todos, empezando obviamente por los ucranianos que llevan la peor parte aunque tampoco los rusos salgan bien librados pues están sometidos a sanciones muy duras y además esperaban una guerra corta y victoriosa. Y no es preciso insistir sobre los efectos sobre nuestros bolsillos, basta con palparlos.

La pregunta del millón es saber si el nerviosismo ante una guerra que no le está saliendo como esperaba puede llevar a Putin a utilizar armas químicas o biológicas, como afirman los servicios de inteligencia norteamericanos (no olvidar que fueron los únicos que predijeron la invasión), o incluso un arma nuclear táctica como parecen insinuar las palabras amenazas a quienes se interpongan en el camino del Kremlin con «consecuencias como nunca han visto en su historia». No lo creo, o mejor no lo quiero creer, pero confieso que tampoco creía que Rusia invadiría Ucrania. La doctrina oficial de la Federación Rusa establece que solo se usarán armas nucleares si la «misma existencia» del Estado se ve amenazada o si sus arsenales son atacados. Ninguno de esos supuestos se dan hoy ni hay visos de que se puedan dar porque Ucrania simplemente carece de capacidad para hacerlo.

Pero Ucrania no está sola y sería pueril negar que hay riesgos porque en un régimen autoritario el proceso de toma de decisiones está muy concentrado, es muy opaco, no rinde cuentas a nadie, y si las cosas se complican la cabeza que podría acabar rodando no es la de Zelenski, que con mucho valor ya la ha puesto en el tajo, sino la del mismo Putin que en ese caso, sintiéndose herido y acosado, podría considerar al estilo de Luis XIV que «el Estado soy yo» y que si yo estoy amenazado también lo está el Estado. Y acto seguido se aplica la doctrina oficial. Otra posibilidad sería que la OTAN impusiera una Zona de No Sobrevuelo, como pide Zelenski, que impidiera a la Fuerza Aérea de Rusia volar en cielos de Ucrania. Es algo que se ha hecho en otros lugares como Irak y Libia, pero que no se hará con Rusia porque es una gran potencia y porque hacerlo implicaría con certeza incidentes entre aviones rusos y de la OTAN y eso nos llevaría a la Tercera Guerra Mundial, que es otra expresión que empieza a utilizarse con cierta «normalidad» y que también pone los pelos de punta. Si Moscú viera esa guerra inevitable podría pensar que mejor pegar primero y tirar la bomba nuclear por aquello de que de perdidos al río y para ver si con suerte aún le quedaba una segunda oportunidad.

Otra hipótesis para que Rusia recurriera al arma nuclear sería que las sanciones hicieran tal daño a su economía, a su moral y a sus consensos internos que de hecho se pudiera interpretar que ponían en riesgo la misma supervivencia del Estado. No hay que olvidar que Putin considera que las sanciones son «un acto de guerra» y que la Federación Rusa es un conglomerado de repúblicas y territorios con agendas diferentes y quizás no tan sólido como aparenta.

O sea, que posibilidades hay. Lo más probable es que estas amenazas tengan sólo el objetivo de meternos el miedo en el cuerpo y mantenernos a raya, mientras que también presionan a Kiev para que acabe aceptando sin rechistar todas las exigencias de Moscú. Que son muchas. Pero viniendo de quien vienen y viendo lo que estamos viendo es imposible tomarlas a la ligera. La conclusión, sin alarmismos, es que hay que seguir defendiendo nuestros principios y ayudando a los bravos ucranianos agredidos pero sin cruzar líneas que pongan al Kremlin aún más nervioso e irritado de lo que ya está. Encaje de bolillos porque aunque nadie quiera un enfrentamiento nuclear no hay que excluir la posibilidad de un error, de una provocación o de una acción mal interpretada. Sería un desastre para todos.

Suscríbete para seguir leyendo