Opinión | EL CONTRAPUNTO

Klaus Beck, mi cuñado alemán

Klaus Beck Ehrenschneider

Klaus Beck Ehrenschneider / Wikipedia

Lo dejó escrito en “Notebook” el gran Mark Twain: “Todos los santos pueden hacer milagros. Pero pocos son los que pueden dirigir un gran hotel”. Escribo hoy estas modestas palabras haciendo honor a la memoria y siempre con gratitud y respeto, para Klaus Beck Ehrenschneider. Con la edad de 79 años, falleció en su casa, en su querida Marbella, ya avanzada la tarde del 28 de marzo de 2022. Lo acompañaba en ese momento uno de sus hijos: Nicolás. Tanto él, como su hermano, Pablo, se habían turnado durante meses en los cuidados a su padre, a lo largo de una dura enfermedad. Que ya se había manifestado coincidiendo con el inapelable fallecimiento, once meses antes, de su esposa, Lourdes, mi inolvidable hermana. Que descansen en paz.

Klaus Beck fue a lo largo de su vida un muy prestigioso hotelero. Uno de los grandes, con una muy merecida proyección internacional. Por eso creo que es importante el evocar su larga y fecunda carrera al servicio de su amada profesión y de la industria turística de España. A las que sirvió con particular distinción y ejemplaridad.

Recuerdo la primera vez que saludé, a principio de los años sesenta, con un muy germano apretón de manos, a mi entonces joven y futuro cuñado, Klaus. Me impresionó. Hablaba perfectamente cinco idiomas. Y ya sabía casi todo lo que un buen hotelero debe saber. Trabajaba él entonces en la Recepción del Gran Hotel Nautilus, en Torremolinos. Aquello fue como un gran lienzo renacentista. Yo acompañaba a un distinguido grupo de agentes de viajes alemanes, la crema de la crema de la legendaria Airtours Flugreisen. En visita de inspección turística por Andalucía, región que se estaba convirtiendo en uno de los más deseados destinos turísticos del planeta. Yo trabajaba entonces en Viajes Málaga, una de las grandes instituciones regionales que pusieron a la Costa del Sol en el mapa del mejor turismo internacional.

El Gran Hotel Nautilus era una de las joyas de la corona. Y su director, Charles E. Gruter, un suizo genial, ya era una leyenda. Lo había conocido recientemente. Aunque en circunstancias muy diferentes de las de aquel solemne recibimiento que un distinguido miembro de su “staff”, Klaus Beck, nos ofreció en el salón de entrada de uno de los más admirados hoteles de la Costa del Sol malagueña. Recuerdo que en esa otra ocasión el maestro Gruter estaba entrando en su hotel por la puerta de servicio. Venía, ataviado como un avezado submarinista, llevando el atuendo dedicado a su pesca matinal. En las aguas del Mediterráneo, en la playa del hotel.

Las canteras de profesionales de don Carlos Gruter eran famosas en la Costa. Una vez más, el instinto del maestro dió en la diana. En uno minutos supo que en el joven Klaus Beck había todo lo que se necesita para hacer posible un excelente profesional hotelero. Y éste, además, entre otros merecimientos, había hecho todos sus “trainings” en unas grandes escuelas: las de hoteles tan míticos como el Savoy, de Londres, el Beau Rivage de Ginebra o el Montreux Palace de Suiza.

La llegada de Klaus Beck, de triunfo en triunfo profesional, al estrellato del mundo de la dirección de grandes hoteles, fue sencillamente imparable. Siempre avalada por su buen hacer en hoteles de destacado prestigio. Como el Holiday Inn de Puerto Banús o el Hotel Villa Padierna Palace de Benahavís y por su gestión en enclaves turísticos tan espectaculares como la entonces flamante estación de invierno de Sierra Nevada en Granada.

Vista aérea de la isla de Reichenau

Vista aérea de la isla de Reichenau / Wikipedia

He podido comprobar que la familia Beck sigue siendo muy importante en la memoria colectiva de la isla de Reichenau, en el lago de Constanza. Situada entre Suiza y Alemania, en el famoso Bodensee. Es Reichenau, el hermoso enclave ribereño donde tienen sus raíces familiares las familias Beck y Ehrenschneider. Fue lugar históricamente muy importante. Unido al “Land” de Baden – Württemberg por una agradable carretera regional a lo largo del lago.

Fue ésto posible gracias al influyente monasterio Benedictino que dio gran fama al lugar sagrado, fundado en el 724. Entre los siglos IX y XI fue Reichenau también el centro cultural y literario más importante de la Alemania meridional, gracias a las actividades de su seminario, vinculado tradicionalmente a numerosos arzobispados y obispados alemanes.

Con nuestro más sentido pésame a todos y cada uno de los miembros de esas queridas y admirables familias, tanto en Alemania como en España y en las Islas Filipinas.

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