Opinión | En redes

Tiranía digital

Los estados de WhatsApp, la función de la app con mayor perfil de red social.

Los estados de WhatsApp, la función de la app con mayor perfil de red social.

Faltan estudios críticos sobre los efectos y consecuencias de la digitalización de nuestras vidas en dinámicas esenciales y profundas, como la convivencia, el aprecio por la democracia o el respeto a los valores fundamentales. Dinámicas que han permitido un cierto consenso colectivo hasta hace pocos años y la consecución de muchos logros que nos han beneficiado a todos, pero que ahora están en entredicho.

Entre los intelectuales que están profundizando en estos temas, uno de los más interesantes, no por ello más conocido, es el francés Éric Sadin, a quien podemos leer en español gracias a la valiente lucidez de la editorial Caja Negra. Su libro más reciente se titula ‘La era del individuo tirano’, y es un compendio de las razones que han desembocado en el triunfo de lo que llama «la primacía sistemática de uno mismo ante el orden común».

Sostiene Sadin que en la última década se ha producido una curiosa dialéctica entre la conciencia de nuestra vulnerabilidad individual -el discurso imperante es el de la responsabilidad de cada uno sobre su propia vida, y su propio destino-, y la sensación de poder que proporciona la propiedad de un teléfono inteligente, que nos da acceso a todos los bienes y servicios que podemos imaginar, que controla nuestra salud, y que corrobora los más sólidos de nuestros prejuicios. Gigantes con pies de barro, adultos con caprichos infantiles, cada problema tiene una única solución, la nuestra, en un escenario en el que se ha destruido la confianza en cualquier proyecto colectivo.

Los padres y madres cuestionan la autoridad de los profesores. Los alumnos lo hacen. Los enfermos saben más sobre sus dolencias que los médicos. Los expertos ya no cuentan, y no se confía ni en las instituciones ni en la autoridad. Esa suma de lo que Albert Camus llamó «solitarios solidarios» ha devenido, según Sadin, en una sociedad compuesta por «aislados antagónicos», donde cada individuo se considera en posesión de la verdad indiscutible, con la razón de su parte, innegociable. Y sin negociación, sin diálogo, no puede haber democracia.

El resultado es un «totalitarismo de la multitud» lleno de individuos victimizados que desconfían de cualquier intento de proyecto compartido. La noción básica de bien común queda sepultada. Nos espera el furor de todos contra todos, el aislamiento colectivo y el fascismo potencial. Leer a Sadin abre los ojos, pero no a un futuro por venir, sino al presente más actual. Son malos tiempos para la lírica.

Suscríbete para seguir leyendo