Opinión | Tribuna

El nuevo RO que mató a Manolete

No todos los problemas de la Semana Santa se pueden achacar a este trazado, sino al exceso de celo en aforar calles y vallar accesos de forma innecesaria, que dificultan la movilidad y provocan más riesgo y embudos peligrosos que los que el plan de seguridad pretende prever

La Virgen de la Estrella bajando la calle Larios.

La Virgen de la Estrella bajando la calle Larios. / Gregorio Marrero

Desde que tengo uso de razón cofrade recuerdo críticas y protestas del público que se quejaba de no poder ver los tronos por culpa de las tribunas de la Alameda Principal. Era como una especie de mantra que se repetía año tras año y que impelía a la Agrupación a reducir la altura de los respaldos. También se sucedían los reproches a los supuestamente ricos que tenían la oportunidad de ver las procesiones sentados en una silla por parte de los supuestos pobres que tenían que verlas de pie. No es cuestión de élites, aunque haya quien pretenda venderlo interesadamente así. El nuevo recorrido oficial de la Semana Santa de Málaga, vigente desde 2019, no ha hecho más que cambiar la ubicación de estos comentarios negativos, que gozan de un altavoz muy potente debido a que este itinerario común sigue teniendo infinitas carencias, sin duda, que habrá que seguir corrigiendo y puliendo de cara a próximas ediciones.

Es largo, aunque no tanto como el de Jerez y el de Sevilla, por ejemplo, donde por cierto, el acceso está totalmente prohibido si no se es abonado. Es adusto. Es tedioso. Es monótono. Y psicológicamente agotador también para los integrantes de cualquier cortejo. Lo entiendo y hasta lo comparto. Respecto al público, cierto es que conozco pocas cosas más aburridas que ver una procesión sentado y más cuando el trono avanza diligente con tirones a tambor para recuperar los metros invertidos en las curvas. Puede que dos horas para cubrir el trayecto entre la Tribuna y la Catedral no sea suficiente y por eso haya que ir rápido, pero es que emplear más tiempo sería del todo inviable. 

Ojo, no hablo de tiempos de paso, que no tiene nada que ver con la celeridad, sino con el espacio ocupado. Me refiero a la velocidad de desplazamiento. Tenemos aún en la conciencia que una cofradía salía de Tribuna justo una hora después de que entrara en la Alameda. Ahora hay que emplear el doble de tiempo y eso pesa en la conciencia de nazarenos y hombres de trono. 

Sin duda, el recorrido oficial, por el que pasan todas, es la zona menos cofrades del itinerario de cualquiera de nuestras cofradías. Pero es que esto también pasaba con el anterior. Y muchas se ven obligadas a transitarlo con sillas vacías. Salvo en tres o cuatro oportunidades, el aforo nunca se llena. Antes tampoco. Pero nadie puede obligar a los abonados a estar permanentemente sentados. La renovación de las sillas cada año es una cuestión de tradición, heredada de padres a hijos en muchos casos. Muchos sacan sus localidades por no perderlas, aunque no vayan a usarlas. O las revenden. ¿Y qué pasa con los titulares que tienen más de 50 sillas a su nombre? El problema es de fondo y viene de largo, en este sentido.

Ver las procesiones en las sillas del recorrido oficial es un fenómeno cada vez más en desuso. Cada generación cambia de hábitos y los de la actual poco se parecen a las costumbres de nuestros abuelos. Y así sucesivamente. Tiempo al tiempo. 

Pero este recorrido oficial no mató a Manolete ni se le pueden achacar todos los males de la Semana Santa, ya que no es más que un nuevo trazado que permite más puntos de acceso para las cofradías (plaza de la Constitución, Cisneros y Nueva) y de salida (Catedral, plaza del Obispo y Strachan), indiscutiblemente más que antes, que prácticamente todas las cofradías se veían obligadas a regresar por Carretería. Este Martes Santo pudimos comprobar cómo la Estrella o la Sentencia encontraron vías alternativas para regresar a sus templos y minimizar los efectos de la lluvia por Atarazanas y Bolsa, respectivamente. Antes hubieran estado condenadas, irremediablemente, a continuar con el recorrido previsto, sin escapatoria posible. De ahí su permeabilidad, que tanto cuestionan los detractores.

El nuevo recorrido oficial también ha servido para resolver históricos problemas de horarios de muchas cofradías. O para desterrar derechos adquiridos que hacían inamovible la celebración. Para adelantar igualmente las jornadas, o pedir la venia convenientemente a la entrada y no a la salida, reducir el tamaño de la mamotrética Tribuna, o incorporar el entorno catedralicio a los itinerarios, lo que permite hacer actos penitenciales también a las cofradías que no entran en el Primer Templo, abrir la Puerta del Sol a la Semana Santa... Otra cosa diferente es que, de forma aparentemente inexplicable, las cofradías acumulen retrasos como se pudieron sufrir, de forma tan insolidaria, el Domingo de Ramos y el Lunes Santo.

Distinto es también el plan de seguridad diseñado por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el Ayuntamiento de Málaga, en una situación de alerta antiterrorista 4 como la que seguimos padeciendo, pandemia incluida. De hecho, el nuevo recorrido es consecuencia de ello, no causa. Con la legislación vigente en la mano, la Agrupación no podía mantener por más tiempo la estructura heredada porque no cumplía en ningún caso con los criterios de seguridad actuales, de ahí la necesidad de prolongar el itinerario común para que cupieran las mismas sillas que antes, pero dejando más espacio entre ellas, más salidas y vías de evacuación. Se podría haber mantenido el mismo trazado, pero reduciendo aforo y eliminando muchas localidades que, visto lo visto, casi hubiera sido mejor que ver tantos huecos libres al paso de muchas procesiones. También hubiera habido quejas como las hay de los abonados que legítimamente lamentan que se les haya cambiado de ubicación: de Larios a la plaza de la Marina, por ejemplo. Es difícil de digerir y también hay que entender este malestar, sin duda.

Pero criticar que en el recorrido oficial no se pueden ver las procesiones sin un abono es falso, lo diga quien lo diga y a través de los canales que quiera emplear. Precisamente ahora la Alameda está expedita para poder presenciar los cortejos nazarenos detrás de las sillas sin que ningún elemento obstaculice la visión. En la plaza de la Marina pasa igual, tan simple como hacerlo desde la acera norte, donde no hay tribunas, y es gratis. Que nadie pretenda hacerlo situándose detrás de las que están en la acera sur. Antes, con las grandes tribunas de la Rotonda de Larios, las del Zaragozano, era imposible ver nada. Pero parece que ya no nos acordamos. De los 1.200 metros que tiene el itinerario, el 40% está abierto y libre.

La memoria también es muy frágil a la hora de recordar cómo en distintos puntos del antiguo recorrido oficial el tránsito de personas era complejísimo. Ratoneras se registrarán ahora, no lo niego, sobre todo si no se es muy hábil a la hora de saber situarse para ver una procesión y no quedarse encerrado cuando viene la siguiente, pero hace años también, en las sillas de Granada o la Doble Curva, por ejemplo, la movilidad era nula, sobre todo en días como el Jueves Santo.

Hay que asumir que este recorrido oficial no tiene marcha atrás, porque sencillamente no hay alternativa posible. Todo lo que se pueda mejorar habrá que hacerlo basándose en el actual trazado, que se estuvo estudiando durante más de cuatro años y fue aprobado en su día por el 96% de las cofradías agrupadas. Las críticas, a veces, son irracionales en exceso, porque el mundo de las cofradías es muy pasional, también. 

Lo que no tiene ningún sentido es desnaturalizar la Semana Santa, alejando a la gente que le da sentido con vallas a cien metros del trono en las bocacalles, queriendo convertir las procesiones en una celebración de estudio, de plató de televisión. Esto no es como organizar un concierto de Pablo Alborán. Pero no es responsabilidad de la Agrupación, que no tiene competencias en materia de seguridad ni vía pública. Las cofradías no piden, salvo deshonrosas excepciones que optan por privatizar en vez de compartir, alejar a los devotos de sus sagrados titulares, todo lo contrario. Son esas exigencias de seguridad que ahora se imponen, cuando nunca antes ha pasado nada, y cuando no se aplican en otras fiestas de la ciudad, las que están provocando estas situaciones lamentables y que coartan la movilidad de unos cofrades que siempre han sabido moverse por su ciudad en Semana Santa. ¿Qué pasaría ahora si el Huerto tuviera que seguir saliendo de su tinglao de la plaza de los Mártires?

El celo a la hora de aforar calles es excesivo, la actuación de determinados agentes del orden igualmente desproporcionada. La situación es indignante, se mire por donde se mire, y además se pueden generar más tapones, más embudos peligrosos, más focos de riesgo y, sobre todo, una desafección que puede comprometer el futuro. Pero no es culpa del recorrido oficial. 

Y en esas estamos, que entre tantos planes de autoprotección, tanta política, tanta campaña, tanta burocracia, tanta presión hostelera, tanta seguridad, tantas leyes, tanta valla... se nos está olvidando incluso cómo huele el incienso.

Que nadie utilice a las cofradías para sacar rédito. Que no se use esta situación para desprestigiar el trabajo voluntario de tantas personas. Hay demasiadas opiniones insolventes y mucha demagogia de quienes ni siquiera han escuchado en su vida un toque de campana.

Y que los cofrades profesionales del "todo mal", los antropófagos, enmascaren o disimulen, aunque solo sea estos días, ese gen reventaor tan nuestro y celebremos que estamos vivos después de una pandemia y disfrutando, con ilusión, fe y esperanza, que de eso se trata, de cómo de nuevo las cofradías conquistan el escenario urbano.

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