Opinión | El contrapunto

El Hotel King David de Jerusalén

Aquel eminente historiador británico, Simon Sebag Montefiore, se formó en la Universidad de Cambridge. Se le nota. No solo es un notable virtuoso en su oficio. Es además un brillante y particularmente incisivo autor de descripciones y relatos magistrales que nos atrapan tan pronto como empezamos su lectura. Publicó en 2011 una obra magistral: Jerusalén: una biografía. Dedicada a los 3.000 años de la historia apasionante de una ciudad sagrada. Ya la tenemos también en una excelente versión española. En ella nos encontramos que a lo largo de once de sus páginas el autor nos habla de un célebre hotel de Jerusalén: el King David. El Hotel del Rey David. No está mal. No deja de ser importante para un buen hotel, el ser mencionado con respeto y admiración en un libro que cuenta la historia de una ciudad que veneran los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas de nuestro planeta.

Físicamente el King David es un impresionante hotel de 5 estrellas, situado en una céntrica calle del Jerusalén histórico, la antigua Julian’s Way. Se inició su construcción en 1928. En un solar de 18.000 metros cuadrados. En un emplazamiento desde el que se dominaba la ciudad antigua. Fue la iniciativa de un banquero de origen judío, nacido en Egipto: Ezra Mosseri. Su empresa, la Palestine Hotels Ltd., se asoció a otros prominentes hoteleros. El autor del proyecto fue el arquitecto suizo Emile Vogt. Era un elegante edificio del mejor estilo europeo de aquella época. Con concesiones importantes al entorno en el que se levantaba y a su riquísima historia. Sus salones fueron diseñados por otro arquitecto helvético: el maestro G. Hufschmid, evocador de antiguas fórmulas estéticas de los asirios, los hititas y los fenicios. Sin olvidar los temas bíblicos y el arte islámico. El King David fue inaugurado en 1931.

En aquellos años el hotel se convirtió en la residencia favorita de grandes personajes que amaban a Jerusalén. Como la Emperatriz de Persia, la Reina Madre de Egipto o el Rey Abdullah I de Jordania. Después de su abdicación, también se alojó en el King David el Rey de España, don Alfonso XIII. Y en él se refugiaron personajes como Haile Selassie, el Emperador de Abisinia, o el Rey Jorge II de Grecia. El primero huía de los fascistas italianos que habían invadido su país. El segundo de los nazis alemanes, ya inmersos en la Segunda Guerra Mundial.

En la década de los treinta, el inimitable Robert Byron, el mejor autor de relatos de viajes de todos los tiempos, nos dejaba estas anotaciones en su diario: «El King David es el único buen hotel que Asia nos ofrece, antes de llegar a Shanghai. Cada momento que se pasa en él es bendito. La decoración es, en conjunto, armoniosa y sobria, casi severa». Palestina y Jerusalén formaban parte de los territorios controlados en el Cercano Oriente por las autoridades del Mandato Británico, el protectorado encomendado al Reino Unido en 1922 por la Sociedad de Naciones. Entre las obligaciones de la potencia administradora de aquellos territorios estaba la de asegurar en un futuro «un hogar nacional judío», según recogía la Declaración Balfour de 1917. Durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos utilizaron el ala sur del King David para albergar los servicios de inteligencia militar de la Comandancia Británica en Palestina.

En el mediodía del 22 de julio de 1946 se produjo en el hotel una potentísima explosión. Extremistas judíos del Irgún, el movimiento clandestino opuesto a la presencia de los británicos en Palestina, hicieron saltar por los aires el ala sur del King David. Fue una tragedia sin paliativos. Hasta el día de hoy se mantiene la polémica sobre si los autores del atentado habían avisado a tiempo a las autoridades británicas para que éstas pudieran evacuar el edificio. 91 personas que se encontraban en aquella zona del King David perdieron la vida en el atentado, entre ellos varios diplomáticos españoles. Una buena parte del hotel tuvo que ser reconstruida.

El 4 de mayo de 1948 terminó la presencia británica en Palestina. El nacimiento del Estado de Israel fue seguido por la primera guerra entre árabes e israelíes. A pesar de aquellos tiempos turbulentos, el King David fue convirtiéndose de nuevo en uno de los grandes hoteles del Cercano Oriente. Como lo describe Montefiore en su libro, el King David fue el templo laico de Jerusalén, con una presencia constante de dignatarios y personalidades de numerosos países. Como dato curioso, vale la pena resaltar que el King David fue uno de los pocos hoteles del mundo donde se alojaron casi todos los presidentes de los Estados Unidos y casi todos los primeros ministros británicos de aquellas épocas.

En 1957 un grupo hotelero israelí, la Dan Hotels Corporation, adquirió el King David. Diez años antes, en 1947, los hermanos Yekutiel y Shmuel Federmann decidieron comprar el Kaete Dan, un pequeño hotel de la playa de Tel Aviv. Con el tiempo, consiguieron ampliar y gestionar una cadena de hoteles que hoy en día posee 14 excelentes establecimientos. Obviamente, para los Dan Hotels el King David fue la joya de la corona. Tuvo este buque insignia 233 habitaciones y suites. Sus salones son famosos en la industria turística israelí por su variedad y sus posibilidades de adaptación. También fueron muy admirados los magníficos jardines que rodean el establecimiento, y las piscinas para niños y adultos y la pista de tenis, auténticos lujos en un hotel de ciudad. Y como ya observara hace más de 30 años el gran René Lecler en su legendaria lista de Los mejores hoteles del mundo, el King David sigue teniendo dos activos importantísimos: unos equipos profesionales de primerísima clase, unidos a los ecos de antiguas culturas que dan vida a una ciudad irrepetible, como es Jerusalén .

También proclamaba el maestro que la cocina del King David era muy buena, aunque quizás debería ser algo más imaginativa. Por otra parte, eso parecía ser lo apropiado en un país tan espartano como es Israel. Hoy las cosas han cambiado. La carta de La Regence, el espléndido Grill del King David, no tenía nada que envidiar a las de los restaurantes de los grandes hoteles de Europa. El King’s Garden Restaurant, con sus vistas sobre el jardín del hotel, y su oferta de deliciosos platos ligeros y saludables, tenía también numerosos adeptos, tanto entre los clientes del hotel como entre los residentes de Jerusalén. Sin olvidar el Oriental Bar, que sigue siendo uno de los mejores lugares de encuentro de la ciudad. Entre otros motivos, por poder ofrecer la más espectacular colección de whiskies de gloriosas maltas escocesas que se puede conseguir en el estado de Israel.

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