Opinión | La señal

Quo vadis, Pablo?

El expresidente del PP Pablo Casado, en su intervención en el XX Congreso extraordinario del PP.

El expresidente del PP Pablo Casado, en su intervención en el XX Congreso extraordinario del PP. / Eduardo Briones - Europa Press

Isabel Torres conducía su Audi en modo interruptus por las calles de un Madrid de infarto, no solo por Ayuso, sino por el maldito tráfico de cada mañana. Sus dos hijos, Paloma y Pablo, ya estaban en el colegio. Entre una retención y la siguiente tenía tiempo para pensar. La esposa de Pablo Casado, que ya le apellidaban en las redes Divorciado, lleva mal este gran revés de sus vidas. Aunque no se pueden comparar los contratiempos, ya sufrieron otro cuando su hijo nació prematuro, con solo cinco meses, y estuvo en coma, entubado…, y, ahora, esto.

No es por el dinero, en absoluto. Mi familia tiene recursos, mi padre vendió Damel -Pectol, los Palotes, el chicle Cheiw…- y mi madre con el grupo hotelero el Huerto del Cura creo que tenemos para comer, aunque somos seis hermanos -y se sonrió ante el retrovisor-. Pero lo que llevo mal es la traición. Los que aplaudieron a Pablo y casi lo llevan en volandas cuando le eligieron presidente son los mismos que ahora le han echado a patadas y aúpan a Alberto. Y todo con falsedades, porque eso de los detectives…, ahí hay muchas exageraciones y, en cambio, en las comisiones mucho algodón.

Conozco a Pablo desde hace veinte años y llevamos casados doce. Él me quiere y, además, lo publica, yo también le amo, pero hablo menos, quiero estar siempre en un segundo plano, me conocí a mí misma cuando estudiaba Psicología en la Autónoma. Precisamente, en los colegios mayores, uno muy cerca del otro, nos vimos por primera vez. Ya hicimos juntos en una ocasión el Camino de Santiago, este es el momento para elegir otro trecho. Además, Pablo no es Albert, no se va a pelear con la empresa ni nada de eso, es mucho más tranquilo y, por supuesto, no se va a llevar a Teo, como el otro hizo con Villegas en Martínez-Echevarría. Ya estoy escuchando lo de las puertas giratorias. Pero ¿es que cuando se deja la política hay que quedarse con los brazos cruzados?, vamos, hombre.

Tenemos una buena casa, cerca de El Retiro, por allí paseamos y los niños juegan… creemos en Dios y sé que Él nos ayudará. ¡Qué mal se han portado todos!, con las excepciones de rigor, como Pablo Montesinos, diputado por Málaga, pero en general…, mira, yo confiaba en Aznar, al que Pablo quiere mucho pero… cuando caes desciendes a los infiernos, y se acabó. Ahora que… a Alberto no le van a tratar mejor los socialistas, y eso que no fue a Valladolid a la investidura de Alfonso Fernández Mañueco, quiere que le den el carné de demócrata, y va a tardar. Yo le decía a Pablo que él tenía que tener su mantra con Bildu y el Gobierno, mira que aquí hay tomate… pero él dice que es mejor que no, que si Vox, yo que sé, pero es que siempre nos pegan a los mismos. No hay derecho. Yo, desde luego, no sé a quien voy a votar, sé a quién no. Igual sorprendo, aunque seré discreta, eso siempre.

Vamos a superar estas horas bajas. Él no quiere que yo le vea triste, pero lo está, ¿cómo no va a estarlo?, y yo también, pero tengo que aparentar que no, los dos tenemos que tirar el uno del otro, no hay más remedio. Supongo que esto lo olvidaremos, no sé si los demás harán lo mismo, necesitamos meternos en otros trajes, vivir otra vida, es lo que le digo.

Él es de Palencia, yo de Elche, y a los dos nos gusta donde nació el otro, podemos hasta mudarnos si queremos, ahora… que es en Madrid donde vive el poder, pero cuando se tiene, porque este ha venido de Galicia, y ahora tiene que vivir aquí, y no es diputado, ¡uff!, yo no lo veo pero… lo que sí tengo claro es que segundas partes nunca fueron buenas, lo pasado pues pasado está, de política nunca más hablar. Lo que pasa es que esto se dice muy fácilmente, pero…¿no le entrará el mono?

Octavio Paz dejó escrito:

Prófugo de mi ser, que me despuebla

la antigua certidumbre de mí mismo,

busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,

las aguas que lavaron mi tiniebla.

Me dejan tacto y ojos sólo niebla,

niebla de mí, mentira y espejismo:

¿qué soy, sino la sima en que me abismo,

y qué, si no el no ser, lo que me puebla?

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