Opinión | MÁLAGA DE UN VISTAZO

Crónica del cazador de nubes

Tráiler del documental 'Emilio Prados, cazador de nubes'

Setenta y seis minutos transcurrieron. Las luces cómplices del cine Albéniz se encienden y aún resuena el crepitar de las llamas entre las que Emilio Prados sale, como ave Fénix, buscando el camino anhelado hacia la playa de La Araña para reencontrarse con su «pececillo» de Litoral, esa revista que siempre canta al mar. Quedamos ayer tarde con él portando su espejo de «cazador de nubes»; con su generosa sonrisa distinguida y noble como río natural entre los montes de Málaga y con su ser: la poesía. Una poesía que va caminando desde sus años ilusionados impresos entre tintas y tintes surrealistas de la imprenta Sur; con sus conocimientos dedicados con el alma a aquellos niños pescadores de sueños de El Palo, más tarde de México.

El cazador de nubes

El cazador de nubes

Persona mágica, como nos cuenta su confidente María Zambrano -qué hermosa e intensa relación epistolar de existencias- cuando la filósofa-poeta le escribe al poeta-filósofo: «Serás llamado sabio. Lo mejor es lo nacido y no edificado». Presenciamos sus tiempos felices de la Residencia de Estudiantes. Compartimos junto a él los tiempos de guerra de la sinrazón que lo transforman en un cuerpo perseguido por sí mismo entre las llamas del exilio; llamas de su pasión por la belleza, la filosofía, del amor no correspondido. Las llamas del recuerdo a una Málaga de la que se enamoró para no olvidarla, capturada en su espejo desde el otro río lejano de la mexicana calle Lerma, en su nuevo mundo nacido en la habitación donde respiraba por lograr el calor de un beso huérfano. Las llamas que destruyen los papeles pero no su esencia. Llamas de una revolución ética y no estética. Llama que ardió en su vida de atemporal romántico. Gracias a Jorge Peña, José Antonio Hergueta y a la productora MLK por este documental y reintegrarnos al poeta de la esfera celeste que pensaba que volver no es regresar. Hoy, retornas para quedarte. Bienhallado Emilio.

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