Opinión | Málaga de un vistazo

Donde dije marica digo maraca

¡No y no! Estoy últimamente como los niños chicos, de pataleta en pataleta con tanto dislate que nos rodea. Y no dije ‘como las niñas chicas’, porque aunque soy mujer y podría usar el femenino, al referirme al colectivo infantil, genérico, es ‘niños’ ¡Caramba! Que si los, las, les, lis, lus niños, niñas, niñes, niñis y niñus, y esos dos últimos los añado antes de que salgan colectivos adjudicándose esas terminaciones vocales y sumarlas a la neolengua para imponerlas desde los lobbies de la manipulación social a través del verbo o en jerigonza, de forma que la sociedad bienquedista, cuasiprogre de ciertos artículos de marca y cuidado desaliño, adoctrinada, la abandere ciegamente.

Qué bonito suena en bable ‘les vaques y les pites’ por ‘las vacas y las gallinas’ y, sin ir más lejos, las singularidades lingüísticas y fonéticas que tenemos en nuestra propia provincia de Málaga y ciudad, ¿por qué consentimos que la política domeñe nuestra lengua?

La política se debe al pueblo, y no a la inversa; debe resolver problemas y conflictos del pueblo y no generarlos. Pero ha llegado una nueva forma retorcida de hacer política que ya está muy probada: alienar y generar un conflicto social manejable por las administraciones y el Estado, así nos distraen con señuelos y colocan, como los cucos, sus huevos normativos abusadores en nido ajeno (nuestras familias) y creyendo que engordamos a nuestros pollos (transmitiendo valores a nuestros hijos) alimentamos a los suyos (adoctrinando desde los medios y la formación) que patearán a los legítimos (la naturaleza ya había inventado la ‘okupación’). Pasamos de la ‘okupación’ material a la ‘okupación’ mental.

Quizá en fiestas de algunos lobbies, en la fila de la conga, se escuchó decir: ¡marica el último!, y entre risas rectificar "¡donde dije marica, digo maraca!"

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