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Y Pablo Picasso dijo: "Deme un museo vacío, que yo lo llenaré"

Reflexiones a propósito del traslado definitivo de las obras del Museo Ruso

Desmontaje de las obras del Museo Ruso

Desmontaje de las obras del Museo Ruso / Museo Ruso

Pues les decimos, ojalá, «hasta luego» a las obras de las, por el momento, últimas exposiciones del Museo Ruso. Quedan blancas, vacías, inhabitadas las paredes de Tabacalera pero, por poco tiempo: pronto llegará un megamix de piezas de los fondos de la Fundación Picasso-Casa Natal, porque mi propuesta del Museo de la Reflexión en el Vacío (dejar la pinacoteca sin nada como un espacio para que los ciudadanos y ciudadanas paseemos sin recibir más estímulo que el silencio de la nada) no pasó los pertinentes trámites municipales. Aunque pueda sonar extraño, de alguna manera podemos contemplar la despedida del Ruso como una oportunidad, primero, para evaluar la estrategia museística ideada por el Ayuntamiento de Málaga hace ya siete años y, segundo, comprobar si este tiempo en el que nos hemos autoproclamado capital cultural ha servido para dotarnos del necesario 'know how' en este tipo de asuntos. Porque sólo si concebimos el arte de contemplar arte como una ocasión de transformación personal conseguiremos que también sea la oportunidad del progreso social («El mundo es lo que hacemos a través de nuestra percepción de la realidad», dijo Terence McKenna)

Escribí esto (perdón por la autocita) en 2015, a propósito de la inauguración del Centre Pompidou Málaga, un museo de, digamos, obsolescencia programada (la casa matriz francesa, avisó, no suministrará obras forever): «La propia mortalidad y caducidad de este pinacoteca nos obligará a probarnos y demostrarnos: si cuando el Pompidou abandone el Cubo todas las obras de arte contempladas, todos los talleres y actividades desarrolladas y disfrutadas, los malagueños no somos capaces de dotar al espacio de algo de similar interés, emoción y enjundia, habremos fracasado como ciudad, no habremos aprovechado la oportunidad de trascender el acontecimiento, superar el cliché y demostrar que podemos ser más que la tierra natal de Picasso». Leo la referencia a nuestro genio oficial ahora, cuando se prepara el apaño picassiano para tapar las paredes del exRuso, y concluyo, quizás prematuramente, que no hemos aprendido todo lo necesario; aunque, por supuesto, no debe de ser fácil gestionar algo tan extraordinario como el cierre de un museo obligado por una guerra. Seguramente yo también habría recurrido al recurso del señor de la Plaza de la Merced ante una situación así. Al fin y al cabo, ¿no fue Él quien dijo: «Deme un museo vacío, que yo lo llenaré»? 

Mientras se acercaba, rápido, inevitable, el ultimátum burocrático y de seguros de las obras rusas, el Consistorio preparaba diversos planes B: se contactó con el Archivo Lafuente de Santander (que reúne numerosas colecciones y fondos documentales relativos al arte moderno y contemporáneo), también con propietarios de fondos del prestigioso fotógrafo Joan Fontcuberta. Llenar un espacio tan vasto e imponente como el de Tabacalera no resulta fácil; tampoco el idear cosas de transición, no a largo plazo, más o menos, estables (porque se pretende reiniciar el Museo Ruso una vez que termine la contienda bélica en Ucrania), porque ya saben ustedes que en esto del arte se trabaja con plazos largos y una previsión tremenda y se desdeñan las prisas y los apaños.

Esta experiencia sobrevenida de gestión cultural podría traernos mucho bueno en un sector como el de la cultura, que suele transitar entre la invención y el experimento pero también los rígidos senderos del dinero, el turismo y alrededores. Los museos de Málaga, instalados en su cotidianidad, hace tiempo que ya no son novedad; ahora lo que pone son los hubs, los clústers y los asuntos de la tecnología. Quizás, por tanto, sea un momento oportuno para reivindicarnos como una verdadera capital cultural, que sabe relanzar museos con agilidad e ingenio (en fin, que sabe con qué llenar las paredes blancas de una pinacoteca), no sólo comprar marcas registradas artísticas como hicimos hace casi una década. Ahora, a falta de grandes contenidos artísticos, es hora de diseñar programación de actividades, de demostrar imaginación, de crear un contenedor cultural que pruebe que el arte nos ha hecho mejores todo este tiempo.  

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