Opinión | CONTROL C + CONTROL V

Jorge Ramos, maestro

Jorge Ramos.

Jorge Ramos. / 101 TV

Hay un periodismo que no se enseña en la Facultad de Ciencias de la Información. Es el periodismo genético, con un hambre peculiar, extraordinario, del que sabe dónde está la noticia sin apenas olfatearla y la termina contando con la naturalidad del que se conoce humano, frágil, mortal... Ese periodismo de calle, de raza, echado para adelante, con actitud, humildad y naturalidad era el de Jorge Ramos, nuestro compañero y amigo, que nos ha dejado este pasado martes a los 58 años.

Este pasado martes, sí, fue un día muy triste para la familia de 101TV y para toda la profesión periodística de Málaga. Este martes, 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Expresión, qué clavada de día, Jorge, fue un día muy triste porque falleció un compañero, un maestro y para muchos un amigo. Este fatídico martes a mediodía se hacía un silencio estrepitoso en la redacción y nos dejaba Jorge Ramos Rico, Jorge Ramos, gran periodista de la vieja escuela, compañero del alma en esta casa -desde el inicio de la tele hace ya diez años y antes en la Cadena SER-, la voz del Málaga CF y de los malaguistas y un tipo al que admirábamos muchos y que siempre estaba.

Porque Jorge Ramos siempre estaba. Siempre que le llamabas para contar algo en la tele o en la radio estaba, siempre que le pedías algo estaba, hasta final, siempre estaba. A veces, sin estar, estaba. Jorge era de esa clase de periodistas que tenía la escuela y el talento suficiente como para improvisarte de manera impecable una crónica, narrarte con la pasión exacta un gol del Málaga, o cubrir la Semana Santa -este fue, por cierto, el último desembarco de la Legión que hizo escalando el Contramaestre Casado, vaya crack-, o los carnavales, o aquellos primeros días de confinamiento, o la Feria de Agosto, o un partido en Cártama, que daba igual, porque Jorge era un todoterreno de la actualidad y la noticia.

Jorge Ramos era un todoterreno y un profesional de los medios como pocos, un ejemplo de qué va esto de la tele, la radio y la palabra, en fin, lo de contar historias, un maestro y una necesidad en un tiempo en el que ese periodismo de verdad, ese del hambre y el gen, del alma y el corazón, del que no se enseña en las facultades, parece que naufraga. Jorge era un periodista de los de antes, de pitillo en el pasillo y ‘buenos días’, al que admirar y al que querer porque, al final, en esta vida eso es lo más importante: lo de querer.

Jorge Ramos era un gran profesional, sí, pero era una mejor persona. Se le quería mucho. El pasado miércoles tuve que hacer un ‘Programa Especial Jorge Ramos’ para 101TV, una despedida, una ofrenda… Llamamos a un montón de compañeros de otros medios y todos coinciden, coincidimos, en lo buena persona que era y en lo que se le quería. Padre, abuelo, compañero de redacción, amigo, Jorge Ramos siempre tenía una buena palabra, una afilada broma, una fantástica manera de hacerte los días un poco mejor. Aún me veo entrando en redacción con Nadia y verle, dándose la vuelta en su mesa, mordiéndose las uñas, y esa sonrisa canalla que le acompañaba y que nos acompañaba y que ahora se apaga: ‘buenos días’.

Vitalista, discreto, divertido, Jorge Ramos para todo, para todos, un viejo lobo de mar, un zorro que se las sabía todas, ese pillo de vuelta y de ida, el chico listo de la clase y un maestro que no daba lecciones, ni chapas, empático y socarrón, a la espera de la siguiente, Jorge magnético, afable, sin ego y sin dobleces, dispuesto, te has ido muy pronto, querido. Te han quedado algunas batallas que contar y plazas que defender. Porque también he visto a Jorge defender lo suyo en los despachos y hacerlo con la bravura de un héroe que brilla hasta las últimas consecuencias.

Hablo con Justo Rodríguez, de la SER, con Basti que es leyenda y cercanía, con Tirado, de Canal Sur, con Emilio, de La Opi, con Sergio Cortés, del SUR, con Demo, de El Español… Hablo con Vertedor, con Pariente, Moreno, Mariano, compañeros y amigos que estuvieron cerca de él, con el que aprendieron. Nos juntamos todos para despedir y enseñar quién era ese tipo que, como dice Merchán, «sólo ha sido malo en la vida para sí mismo porque a todos los demás trató siempre de ayudarles o provocarles una sonrisa».

La tribu junta despidiendo a Jorge Ramos, maestro, intentando hacer una crónica, la penul, que es un obituario y una ofrenda, el homenaje que te mereces, querido, un hasta siempre o un ‘buenos días’ y todos coincidimos en que Jorge hubiera soltado alguna y nos tendríamos que haber reído, y cuando todos se hubieran ido y todo se hubiera apagado, terminarías diciendo, «por lo demás, bien», y nos hubiéramos dado el último abrazo que no nos dimos.

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