Opinión | La señal

Oiga, ¿es el enemigo?

El sistema es endiablado, pero con el tiempo se le coge hasta gusto. Solo con hacer una llamada perdida -y no es necesario que la atienda-, o enviar un mensaje de whatsapp…, y ya está. El programa Bucephalus es poderosísimo. Sin duda, muy caro. Pero ¿acaso el descubrimiento de los grandes tesoros puede alcanzarse sin inversión alguna?, mascullaba Abdel Mâlik -sirviente del señor-.

La oficina de escuchas está muy lejos de donde estuvo otra -tan lejos que está en otro país-, mucho menos sofisticada la de aquellos tiempos de Franco, cuando las cartas se abrían con vapor de agua, en las inmediaciones del Parque. Y es que hay «infecciones» de por aquí, desde antes, con otros sistemas, y de ahora. Algunas voces, documentos y fotografías interesan, y mucho.

Todavía se recuerda que en 1995 se hizo público -aunque la práctica venía desarrollándose desde una década atrás- el caso de los audios «aleatorios» de un antiguo servicio que tenía puestos sus oídos en políticos, periodistas e incluso… el Rey de España. Pero aquellos eran otros tiempos y, además, éramos nosotros mismos los que nos hacíamos trampas, se dijo él, y añadió, esto es otra cosa.

Ahora, un presidente, ministros, algún periodista que fue corresponsal, empresarios y ejecutivos… son, eran, escuchados periódicamente por una nación, como en catas temporales de un vino exquisito, y cuando se descubre algo de interés pues… ¡bingo! Las ondas cruzan el azul del mar a más velocidad que un Boeing 787, se maravillaba Burhan -prueba, demostración-.

Por esta orilla, donde llega regularmente la ola del melillero -gracias, Victoria Ordoñez- una pareja, ella y él, pasa tú primero, y un puñado de compañeros, hacen lo propio con golpistas catalanes, filoetarras e hijos de Putin en general. El juego siempre es a muchas bandas, y cruzado. Los malos de aquí también tienen contactos en los cuatro puntos cardinales, desde la fría Siberia hasta el ardiente desierto. Él siempre se dice, ¿cómo no los vamos a espiar?, si es lo que debemos hacer, y eso que ahora nos la cogemos con papel de fumar, el cuidado es exquisito, mucho mayor que el que tienen con nosotros, coincide ella.

Él había usado un símil que a su compañera le pareció afortunado. Todo fumador sabe que más tarde o más temprano llega ese momento en el que la piedra del mechero se gasta, y ya no salta la chispa, y nos hacemos daño en la yema del dedo, y no podemos encender el cigarrillo, ¿y entonces?, pues tiramos el mechero y compramos otro nuevo. Así ha sido, así es. Pero la mano que mece la cuna siempre es la misma, el Gobierno. ¿Cuántas veces pasan cosas que ya sabía el presidente que iban a pasar porque se las habíamos puesto encima de la mesa y prefirió guardar los papeles en un cajón?

Le vino a la memoria el general Sáenz de Santamaría -dirigió la Policía y la Guardia Civil-, quien dijo en una ocasión que hay cosas que no se deben hacer, y si se hacen no se pueden decir, y si alguien las dice hay que negar que se hicieron. Pedro Baños en su último libro -sobre Maquiavelo- habla un poquito del juego sucio de los príncipes.

Ellos saben que los otros saben, y estos saben que lo saben, y detrás de ellos hay otros que saben lo que los demás saben, pero no saben algo que se les escapa, reflexiona ella desde el Only You Carmen, sumida en ese monólogo interior tan tedioso de las largas esperas, y muchas veces para nada. Se acordó, y sí supo por qué, de Gila, oiga, ¿es el enemigo?, porque lo que nos está pasando en España es de Gila, ¿cómo van a confiar otros gobiernos o servicios en nosotros con este show?, si lo estamos viendo en la guerra de Ucrania... Ya llega su objetivo, puntual, como siempre. Es mejor llegar antes que él, lo prefiero, incluso cuando tengo que seguirlo por la calle, a pie o en moto, y creo saber a dónde se dirige voy delante. Se ha sentado donde suponía, le doy la espalda, mejor.

Gutiérrez de Cetina precisó:

Aunque el secreto de ella está encubierto,

que lanza de sí sangre un cuerpo muerto

si se pone a mirarlo el homicida.

Así yo, aunque vivo, estoy sin vida

siendo visto de vos, que me habéis muerto;

con mi sangre mostré lo que más cierto

mostráis vos con mostraros desabrida.

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