Opinión | SOL Y SOMBRA

El milagro

Los jugadores del Real Madrid celebran la remontada.

Los jugadores del Real Madrid celebran la remontada. / Agencias

Se conoce por milagro un acontecimiento excepcional atribuido a la intervención divina. En cambio, la cansina melopea del fútbol y la falta de rigor de sus cronistas han visto como un milagro la famosa remontada del Bernabéu del pasado miércoles, en cualquier caso una más del club deportivo con más éxito de la historia. Otros hablan de magia, esoterismo y hasta de fenómenos paranormales. Los que suponen haber dado en el clavo se refieren a un supuesto ADN madridista. Sin ánimo de faltar, no cabe mayor simpleza.

Toda esta sarta de elucubraciones surge, al parecer, porque no se le encuentra explicación lógica al hecho de que un equipo, convencido anímicamente de no rendirse, sea capaz de una proeza tras otra como supuestamente es reponerse de una pretendida paliza y asestarle al adversario los golpes definitivos. En boxeo, lo sabe cualquier aficionado, no son pocos los combates en los que el que está contra las cuerdas se impone y manda al contrincante a la lona después de recibir su castigo. En el Madrid, sin embargo, se considera milagroso tras haberse repetido la reacción en tres eliminatorias sucesivas. No existe la excepcionalidad, pero el coro entona el milagro como si el Bernabéu fuera Fátima.

La explicación del fenómeno madridista es bastante más sencilla que eso. Consiste en creérselo: que un vestuario, de veteranos y noveles, mantenga el orgullo de creer como nadie en la superación de la adversidad en situaciones límite. En no bajar nunca los brazos. Supone riesgo, vértigo y tener confianza en uno mismo de que todo se puede repetir después de haberlo logrado otras veces en circunstancias similares. El escenario ayuda, y al rival, que no dispone de la misma confianza en sus fuerzas, le pesa como una losa el déjà vu. También consiste, conviene no olvidarlo, en la calidad de unos futbolistas, su acierto en el gol y la fuerza mental y física que exhiben. Todo esto se entrena. La única parte sostenible del pretendido milagro es la admiración.

Suscríbete para seguir leyendo