Opinión | Memorias en Verde y Morado

¡Oh capitán, mi capitán!

Pep Pujolrás falleció en un desgraciado accidente en 1992. | LA OPINIÓN

Pep Pujolrás falleció en un desgraciado accidente en 1992. | LA OPINIÓN / Juanma Rodríguez

Que un club como Manresa haya tenido la opción de competir y disfrutar en la Final Four de la competición europea auspiciada por la FIBA habla muy a las claras de la ambición de un proyecto en continuo crecimiento. Sin hacer dispendios económicos y con un constante acierto en los fichajes, el equipo catalán, próximo a cumplir un siglo de historia, supone una bocanada de aire fresco entre los puestos de honor de la ACB gracias a mantener una identidad reconocible desde tiempo atrás. Más allá del planteamiento táctico desarrollado por Pedro Martínez y gracias al excepcional rendimiento que están ofreciendo los miembros de una plantilla que, en su mayoría, eran grandes desconocidos para la afición al baloncesto, el rendimiento del Baxi Manresa está alcanzando cotas similares a las obtenidas en sus momentos más brillantes. Fue al final de la década de los 90, cuando el conjunto del Bagés alcanzó la gloria. Su participación en la Liga Europea tras conquistar el título de liga en 1998 dos años después de alzarse con un sorprendente triunfo en la Copa del Rey en 1996, fueron los grandes hitos del Manresa, aunque ninguno de estos éxitos pudo disfrutarlos el protagonista de esta última memoria.

Gran jugador y mejor compañero, Pep Pujolrás falleció en un desgraciado siniestro de tráfico cuando iba a entrenar en la mañana del martes 8 de septiembre de 1992. Su pérdida supuso un importante mazazo para el equipo, tanto a nivel deportivo como humano. Pujolrás recaló en el Manresa desde las filas del Granollers, otro conjunto clásico del baloncesto de Cataluña. Tras la retirada de Jordi Creus, fue Pujolrás quien asumiría la capitanía dentro de un vestuario que iba a ser clave en una época de tanto relumbrón. Las piezas iban encajando dentro de una plantilla que curiosamente también dirigía Pedro Martínez desde el banquillo.

Su trágica desaparición provocó honda tristeza y desolación entre sus compañeros y toda la gente del baloncesto. Su funeral reunió a muchos jugadores y amistades y el club le rindió homenaje con la retirada de su camiseta con el número 10 del techo del Nou Congost. Coincidencias de la vida, su último partido lo disputó precisamente contra el Granollers en una de las semifinales de la Liga catalana del verano olímpico.

Pep Pujolrás fue un verdadero hombre de equipo. Comprometido jugador, esforzado defensor, intenso en defensa y fuerte en la parcela ofensiva, quienes compartieron esos años con él siempre destacan su carácter y actitud positiva. Su capacidad de sacrificio y entrega en la pista le convirtieron en pieza clave para sus entrenadores, mientras que el compromiso con sus compañeros y la cercanía con los seguidores le permitieron convertirse en un referente para todo el club. Esos valores sumaban mucho más que las canastas que pudiera anotar o los puntos que impedía conseguir a los exteriores más incisivos de los rivales. Pep representa como nadie la figura del capitán.

Viendo la final de la Champions por televisión, cuando toda la «marea roja» gritaba al unísono «Som-hi Manresa», estoy convencido que muchos aficionados que llenaban Miribilla tuvieron un recuerdo para el gran Pujolrás quien seguro hubiera disfrutado viendo a su equipo compitiendo en la primera final continental de su longeva trayectoria.

La Peque – Columna (Simón R.J.)

¿Sabías que el Manresa es el vigente subcampeón de la FIBA Champions League?

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