Opinión | ARTÍCULOS DE BROMA

Una bala en el cráneo

Pedro Sánchez, en el Congreso tras el cese de la directora del CNI

Pedro Sánchez, en el Congreso tras el cese de la directora del CNI / EFE

La agonía es el sufrimiento extremo. La palabra viene del griego agón que significa ‘lucha’ y se refiere a la pugna por la vida del que está muriendo. Hay socialistas sin nombre que opinan que el gobierno de Pedro Sánchez está agónico. Quizá en el sentido del sufrimiento extremo, no en el de la lucha con la muerte. El sufrimiento depende del umbral del dolor y el de Sánchez es alto.

Nació al gobierno de parto agónico, valga la contradicción, por sus ganas enormes de estar en La Moncloa. Un penalti parlamentario dio a luz un sietemesino, que llegó cuando nadie lo esperaba y necesitó dos elecciones de incubadora y ama de cría de Unidas Podemos para salir adelante. Una lucha por la vida desesperadamente esperanzada.

Desde su llegada no ha conocido otra cosa que el sufrimiento extremo porque así lo han querido los acontecimientos, con giros de guion catastróficos (pandemia, desabastecimiento y guerra) y la oposición, cumpliendo su papel. Estos días se supieron las fechas en que fue espiado por el CNI u otro servicio secreto de otro país y en seguida se vieron los motivos por los que alguien pagó un dineral para meter software indiscreto en el móvil del presidente, pero cualquier fecha a bulto hubiera encontrado excusa al interés de la inteligencia ajena. Cada día tuvo su afán.

No vale la agonía para definir el estado de Pedro Sánchez como antesala de la muerte o víspera del más allá. No es que no vaya a acabar este gobierno -respire, ciudadano- es que en la cabeza de su presidente no se ve un túnel al final del cual se acerca una luz blanca ni está pasando una película acelerada con la sucesión de catastróficas desdichas y azarosos avatares apelotonados en cuatro años de ansia de ser. Tiene que haber otra palabra, otro estado que implique enorme riesgo sin sufrimiento, algo como la circunstancia de las personas que viven con una bala alojada en el cráneo o cerca del corazón, saben que se pueden morir en cualquier momento y también en cualquier otro y cascan repentinamente en plena vida.

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