Opinión | Análisis

Alfons García

El tiempo político más delicado

Puig se enfrenta a la urgencia de resetear el Botànic, ofrecer ideas renovadas y, sobre todo, imagen de un Gobierno único

Puig y Oltra en las Corts con Manolo Mata al fondo.

Puig y Oltra en las Corts con Manolo Mata al fondo.

Los acontecimientos políticos se han acelerado de tal manera, la sucesión de hechos conocidos (y los que no se saben) es tan veloz, que uno solo puede empezar una lectura de las últimas horas admitiendo la dificultad de extraer conclusiones que puedan durar más de unos pocos minutos. Si se permite, creo que lo que queda de estas últimas horas es la impresión de que el Gobierno del Botànic se encuentra en el momento político más delicado de su experiencia, en un punto de zozobra en el que las próximas decisiones serán cruciales para la vigencia del proyecto empezado hace ahora casi siete años. 

La alianza de izquierdas conocida como Botànic dio sus primeros pasos con la experiencia del tripartito catalán grabada a sangre y fuego. Era el caso a evitar, el espejo a contrario. Se debía mostrar estabilidad y cohesión para transmitir una imagen de solvencia y seguridad a una ciudadanía en crisis colectiva en 2015 con la marca de la corrupción y el despilfarro como pecado original. El primer Botànic superó con éxito el desafío, pese a fricciones. En el segundo, coincidiendo con la presencia también en el Gobierno de España de un bloque de izquierdas con problemas, la convivencia se ha ido deteriorando frente a un escenario internacional muy complicado que ha favorecido una exacerbación de los liderazgos.

Ximo Puig llega a este momento con la urgencia de una renovación importante de su Gobierno para ofrecer una imagen de ilusión y con tensiones internas larvadas que se concentran alrededor de la situación judicial de la vicepresidenta y líder de Compromís, Mónica OltraLa salida por sorpresa del conseller de Educación y Cultura, Vicent Marzà, sin coordinación con el resto de cambios que ha anunciado el president, pero ajustándose al marco temporal decidido por este, abundan en la impresión de esa tensión de fuerzas entre la unidad y el desconcierto, que es un concepto que linda con el de desgobierno. 

La encrucijada es entre una deriva fin de ciclo según el modelo catalán o recoser el proyecto con el caso de Oltra de fondo

Este es el momento de Puig, el más complejo como presidente porque no depende de hacer frente a un elemento externo, como la pandemia, sino de actuar en el seno de su Gobierno para conseguir un giro a unos hechos que proyectan una fuga de credibilidad. O eso o entrar en una pendiente de final conocido. Es el momento de un golpe sobre la mesa. De un relanzamiento del proyecto cooperativo a partir de unos nombramientos de consellers que aporten (sumen) y, sobre todo, de un regreso a la cohesión interna y la confianza mutua. 

Momento de encrucijada

El momento puede resumirse como una encrucijada (el propio Marzà manejó la expresión) entre una deriva de fin de ciclo sazonada con navajazos entre los socios o reimpulsar el proyecto a partir de ideas que puedan llegar a la ciudadanía y alejando el Consell de guerrillas intestinas.

Que la atmósfera de crisis se extienda una semana después de presentar el gran proyecto de la legislatura, la gigafactoría de baterías eléctricas, un logro del que pocas autonomías pueden alardear, da cuenta de unos tiempos de extrañamiento político. Y algo dice también de la dificultad de compartir iniciativas en gobiernos multicolor, de sentirlas de todos y no solo de una parte.

De la despedida de Marzà me quedo con sus silencios sobre Mónica Oltra, que sugieren que en la trastienda naranja están sucediendo cosas. Me quedo con su paso al frente, en conciencia, pese a quien pese, que resitúan su figura, desdibujada tras el extraño episodio de cuando iba a ser síndic y no fue. Y me quedo con su mensaje en pro de la unidad, subrayando su buen mestizaje con el socialista Miquel Soler como el factor esencial (y diferencial) del buen hacer en Educación. 

La ciudadanía necesita proyectos e ideas cuando los problemas de liquidez crecen, no reyertas de comunidad de vecinos. No sé si el Botànic (o el gabinete que estuviera) está a tiempo, dado lo revuelto de estos tiempos. No lo sé porque de los hechos de las últimas horas sobresale también la designación unilateral de la sucesora de Marzà, con sus propios tiempos, incluso sugiriendo que pueda ir por una vía independiente al resto de cambios. Como si más que un Gobierno, hubiera dos. O quizá más. De momento, la primera designación del nuevo Consell desprende más continuidad que ilusión. 

Quizá Marzà haya sido el más listo, se haya adelantado a los sucesos y pueda emerger desde el extrarradio de las instituciones como la solución a los problemas de la izquierda más izquierda (si estos llegan antes de lo que parece) y pueda ser la tabla de salvación del Botànic. Quizá sea así, pero visto desde el presente, cuesta otear ese horizonte.