Opinión | Bajo el puente de hierro

Está bien así

Un buen polvo es la primera piedra de toda gran familia. La saliva es un lenguaje. «De recoger las bragas del suelo no se cansa una», dice. Contra el gotelé. En los huecos que nos regala la vida. Las cópulas, pan de oro en la rutina, con su retorcido diálogo, con su innecesario arrullo. Desear es un verbo devastador. Una palabra con mejillas de ababol. Si el amor es un camino, las huellas serán un legado, el de las yemas de mis dedos. Digo esto porque el calor ha enfriado la solería. Porque hemos guardado el nórdico en el altillo. Porque se extiende un azul inclemente sobre nuestras cabezas. Y estamos vivos. Estamos vivos, por así decirlo, con sus virtudes y con sus defectos. Con sus miedos, con sus pausas, con la sangre recorriendo los cuerpos cavernosos, con mis labios como una flor, con tus pezones como golosos insectos. Habitemos los palacios de la carne, reinas y reyes de lo liviano, que mañana ya es nunca, que nada hay como este feroz ahora.

«Busqué dentro de ti el acompasado sonido del mar / la voz exacta de las plantas y un naufragio», escribió Al Berto. Tus muslos se abren, como El Corte Inglés, a las diez de la mañana. Quiero saber cuánta de esta tristeza es el fruto ceniciento de una genitalidad marchita. Entendedme. Dios bendiga el Tinder, y las tardes en el parque y las piscinas comunitarias y los coworkings y los talleres de poesía y las cenas de trabajo y los privados del Instagram y estas páginas y que nos fuguemos por cada poro en busca del amor; con el deseo entre los dientes como un cuchillo con el que defender desesperadamente el viejo barco de nuestro cuerpo.

El 90,4% de los españoles está harto de la crispación política, según el CIS. El 81% de los turismos supera la ITV en la primera cita de inspección. En el último año se presentaron 97.499 demandas de disolución matrimonial. El 0,8% de la población española es vegana. Ikea logró en España una facturación récord de 41.900 millones de euros al cierre de su ejercicio fiscal. Según un estudio reciente de la empresa Control, el 1,7% de los españoles prefieren la mesa del comedor para mantener relaciones sexuales. «No es destitución, es sustitución», dijo la ministra Margarita Robles sobre la jefa del CNI. Se podría aplicar la misma terminología en las parejas que se separan. En una separación hay más holas que adioses. Sed fuertes. Sed generosos. Sed absurdamente torpes en el amor. Está bien así, porque ya pisamos las orillas del verano. Cerezas apiladas en los supermercados. El agua enfriándose en la nevera. Caminando descalzos por las iluminadas estancias. Está bien así, la lengua es el único músculo por el que merece la pena madrugar. Hay flores en el infierno. Sal en los cuerpos y ese rojo brochazo de sol en la nariz. Tardes perezosas, bloody marys en la terraza de un hotel, Hades y Perséfone, el misterio de los dedos en la piel, insoportables versiones acústicas de canciones ya de por sí insoportables. Pero aquí estamos. Tú y yo. Cogiéndonos la mano bajo la mesa. Organizando la cotidianidad de los nuestros. Poniendo, al menos quince minutos, el móvil en silencio. Imaginando viajes huérfanos. Abrazados al presente como suaves y agresivos mamíferos arborícolas. Está bien así, el sudor del durante, los besos y el ambiguo mapa de nuestros cuerpos. Bienvenidos a la luz, que la mañana os pille bien depilados, que los dolores sean fugaces, que los orgasmos sean como los trocitos de cristal de un vaso que ha estallado contra el suelo: Incontables y brillantes.

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