Opinión | 360 GRADOS

La guerra de Ucrania opaca otras noticias también preocupantes

Ola de calor en Canadá

Ola de calor en Canadá / EVA HAMBACH

La omnipresente cobertura de la tan brutal como injusta guerra de Ucrania, claramente destinada a movilizar a la opinión pública occidental contra el país agresor, ha desplazado de los titulares otras noticias también preocupantes.

¿Se acuerda, por ejemplo, el lector de cuando los medios daban diariamente información detallada y abrumadora sobre las tasas de incidencia y de mortalidad en este y otros países por el Covid-19?

¿Hemos pasado de una situación casi de pánico – había que convencer a la ciudadanía de la urgencia de vacunarse contra el virus- a otra en la que apenas se habla ya del Covid aunque la gente siga muriendo en los hospitales?

Como muy poco se habla también últimamente de la tragedia de los miles de personas a las que se traga el mar en su intento de escapar de la miseria o de la guerra. ¿Quién se acuerda ya, por ejemplo, a la velocidad a la que van las noticias, de Lampedusa?

Y ¿qué hay del calentamiento climático, que casi sólo se menciona con ocasión de alguna conferencia de la ONU dedicada a un fenómeno que debería, sin embargo, inquietarnos sobremanera?

¿Recuerdan ese grado y medio de elevación de la temperatura media del planeta superado el cual el problema del calentamiento global se volvería prácticamente irreversible con consecuencias desastrosas para todos?

Pues bien, ese umbral podríamos alcanzarlo en los próximos cinco años, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial, pero eso no parece preocuparnos demasiado a los ciudadanos del tan rico como desigual Occidente.

Mientras tanto, en otras partes del mundo como la India o Pakistán advierten de la catástrofe que supone ya el calentamiento climático, que no ha dejado de agravarse desde mediados de los años sesenta.

«La ola de calor pone a prueba nuestra capacidad de supervivencia», declaró recientemente a la cadena de televisión CNN la climatóloga india Chandai Singhi.

Aunque las olas de calor y las correspondientes sequías no son una novedad en esa parte del mundo, lo preocupante es la mayor frecuencia con que allí se producen.

Las autoridades llevan tiempo tomando medidas para limitar las muertes por calor y cuando los meteorólogos avisan de un fuerte aumento de las temperaturas, se declara el estado de alarma en los hospitales y otros centros de atención ciudadana.

En la ciudad india de Ahmedabad, en el oeste del país, han abierto mientras tanto lo que llaman un «centro de refrigeración» donde los vecinos pueden protegerse de las altísimas temperaturas.

En diversas ciudades de Estados Unidos hay listas de ese tipo de centros a los que pueden acudir los ciudadanos en situaciones de urgencia.

El problema se agrava en la India porque allí hay millones de personas sin acceso a agua potable o a electricidad a las que nunca llegan ese tipo de avisos de las autoridades.

La población de la que solemos llamar «la mayor democracia del planeta» no deja de crecer y, según los últimos pronósticos, para mediados de siglo su población puede alcanzar los 1.600 millones.

Cada vez más indios emigran del campo a las ciudades, donde debido al hormigón y a la falta de árboles, el calor es todavía más difícilmente soportable.

Un problema adicional, que no exclusivo de la India, es que los aparatos de aire acondicionado consumen mucha electricidad y agravan el problema. Pero su número no deja de crecer en todas partes.

¿Por qué no se piensa en otras medidas más eficaces? Por ejemplo, plantar árboles y utilizar otros materiales en la construcción además de cambiar el color de fachadas, tejados y de las calles de modo que reflejen más la radiación solar?

Y sobre todo, ¿no debería ocupar todo ello de vez en cuando, y no sólo la guerra de Ucrania, los titulares de nuestros medios?

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