Opinión | TRIBUNA

Los 101 de Ronda, más que una carrera, un acto de fe

La 101 de Ronda se celebró este pasado fin de semana en la Ciudad del Tajo.

La 101 de Ronda se celebró este pasado fin de semana en la Ciudad del Tajo. / JON NAZCA

Cuando a los runners se les llama marchadores y a la cordura se la deja uno olvidada en Ronda, comienza la carrera de La Legión, 9.000 participantes, 101 kilómetros, 24 horas. Una puñetera locura. Truenan 3 vivas en el campo de fútbol de Ronda, 09.30 horas de la mañana, salen 4.000 bicicletas. Otros 3 vivas, 10 horas de la mañana, la marabunta comienza a mecerse cual promesa penitente del Cautivo. 5.000 cientouneros. Viva España. Viendo la cantidad de legionarios que los acompañan a golpe de corneta, una también echa de menos al Cristo de Mena. Viva El Rey. Las gorras sustituyen capirotes y no estamos a Jueves Santo, hoy es 14 de mayo, Ronda, 26 grados a la sombra. Viva La Legión.

20 vídeos después, me despido haciendo pucheros y me acerco a Rondeña de Papelería para que me elija algún libro. Le doy una alegría al dueño, después de llevar días a base de fotocopias de a 20 céntimos para los pasaportes legionarios. Allí está Manel Loureiro buscándome desde la estantería con ‘La Puerta’, así alguien me acompañará estas malditas horas de espera. Me descargo la app Yomury y compruebo que ha llegado a Pilar de Coca. Dónde coño estará eso. 2 horas de carrera. Varón de 51 años de complexión delgada. Llego al Puente Nuevo buscando un rinconcito para ojear mi libro y veo las primeras bicis entrar escoltadas por motos con sirenas. Cómo es posible que hayan llegado ya, las vi salir hace apenas 4 horas. Vellos de punta entre aplausos y vítores. Veo un hueco para escabullirme hacia Tabanco Los Arcos. Mide 1,80 y salió a las 10 horas en la 101. Un bollito de rabo de toro con vistas, por favor. Mi amiga Yomury me indica que ya ha pasado Parchite y que pasamos los 28 grados. Iba en un equipo de 4 marchadores, camisetas de la 101 con la bandera de España. Doy un paseo hasta los Baños Árabes, bañador y chanclas en la mochila, que yo también voy preparada, oiga ¿Que deje el móvil en la taquilla, 2 horas sin noticias? Ha llegado a Polear, lleva 5,5 horas de carrera. Cuando recupero el móvil, después del circuito y un masaje, ya ha habido 2 bajas en el equipo. Llegarán a Setenil en un rato y allí cae el tercero. Se queda solo después de 9 horas y media de carrera y a falta de casi la mitad del recorrido. Una puñetera locura. Pelo canoso, ojos verdes, pantalón negro, zapatillas Salomon rojas. Me acerco a cenar a Casa Ortega y sus tomates. Tranquila, señora, su marido llegará, no se sabe a qué hora pero llegará. ¿Tanto se me nota? Creo que se me está quedando cara de mujer de torero. Intento disfrutar el entrecot más triste del mundo, con mi Yomury en mano. En Las Yemas del Tajo compro dulces para mi madre y la dependienta charla amigable con una clienta, «ahora han llegado a Setenil, pues todavía les queda, eh». Me voy con mis yemitas a morirme un rato y, de paso, pasear por el Tajo. Me asomo a ese balcón innombrable en compañía de una gran luna llena. Se agradece verlo vacío de turistas y cámaras. Entre la oscuridad veo un cartel con flechitas y busco Montejaque, señalando con el dedo el lugar indicado en la oscura lejanía. Me quedo sin respiración observando una hilera de lucecitas rojas, serpenteando la montaña. La serpiente roja, tenías razón. Una puñetera locura. Ya en el apartamento no veo el momento para llamar, no ha llegado al Cuartel, cómo es posible. España va primera en Eurovisión. Yomury me avisa, ha llegado al Acuartelamiento, 14 horas de carrera. Acuéstate que todavía me quedan 7 horas y tranquila que hay luna llena. ¿Hablas en serio? Su linterna, la Serranía de Ronda, la luna y él. Llevaba chaleco rojo y cortaviento negro, con poca experiencia en carreras de más de 21 kilómetros y poco entreno. España queda tercera y me vence el sueño.

A las 7 de la mañana suena el teléfono, dónde estoy, qué día es y esas cosas. Cariño, estoy entrando en Ronda, voy bien, tú sigue durmiendo. Me pongo lo primero que pillo y su cortaviento gris, que hace frío. Bajo corriendo calle La Bola y alcanzo la Alameda en menos de 5 minutos, Cientouneros a mí… Y ahí lo veo por fin, viene cojeando, entre aplausos, Ronda madruga mucho o es que no duerme, legionarios le esperan en la meta con una medalla o ladrillo, banderas de España, 21 horas 32 minutos de carrera, camiones militares, tobillos hinchados, recoge la sudadera, ni una sola ampolla (calcetines Lurbel, mano de santo), un cómo ha estado, vamos a descansar, es la última vez que lo hago. Oímos aplausos, una señora está llegando a la meta de la mano de su hijo, 22 horas de carrera salpicadas de lágrimas y tatuajes, 101 kilómetros, avituallamientos cada 5.000 metros y abandonos cada 6.000, espíritu de compañerismo legionario, desniveles de vértigo, mucho tomate cherry y mucho Acquarius, promesas cumplidas, abrazos, y siguen llegando, destrozados y satisfechos, una carrera adictiva, una penitencia sin imaginería, pero con fe, mucha fe.

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