Opinión | MÁLAGA DE UN VISTAZO

Tras la victoria

Los representantes de Ucrania en Eurovisión, Kalush Orquestra.

Los representantes de Ucrania en Eurovisión, Kalush Orquestra. / DPA vía Europa Press

Se hacía extraño ver cómo celebraban los representantes de Ucrania haber ganado el pasado sábado el concurso de Eurovisión, como si con eso pudieran, por un momento, detener la crueldad de la guerra, como si supieran que en el fondo es lo poco que podrán ganar durante un largo tiempo y puede que también sabiendo que en realidad no se merecían tal premio, no por su actuación al menos, se votó a Ucrania -imagino- como una manera de posicionarse a su favor, de manifestar apoyo, tal vez era esa la alegría que mostraban, que la gente en sus casas hiciera el vago gesto de teclear su número para que salieran ganadores.

Pero al día siguiente del certamen, esa victoria queda en nada, a la actuación musical le siguieron los coros de una guerra y su concierto de balas por el país ucraniano dividiendo a la gente, a los políticos y hasta los cuerpos, continúan el baile de tropas y de bombas, y los ejércitos de uno y otro bando suplen las bajas con nuevos nombres que tal vez nunca nadie llame de nuevo.

Algunos dicen que esta guerra acabará pronto, pero sólo acaba pronto la guerra que no arranca, con los primeros muertos ya llega tarde cualquier final, otros aseguran que se alargará mucho más allá del verano y que dependerá -sobre todo- de que el vencedor pueda ofrecer la paz sobre su indiscutible victoria, pero en realidad nadie puede saber lo que pasará si a duras penas se llega a conocer lo que está pasando, vemos las noticias, escuchamos a los expertos de última hora, nos llegan testimonios, pero pretender entender con eso lo que está ocurriendo es como creer poder leer una novela arrancando al azar dos páginas ni siquiera consecutivas. Ya irá rellenando -como suele ocurrir- la historia todos los renglones que faltan, pero habrá tantas narraciones diferentes como idiomas en que se escriban.

Suscríbete para seguir leyendo