Opinión | El Palique

Qué calor

Hierve la sangre del españolito y pasa lo que pasa. Mejor, una siesta

Nos tememos que se ha instalado el veranazo hasta octubre.

Nos tememos que se ha instalado el veranazo hasta octubre. / Álex Zea

Hace un calor inopinado, adelantado y como sahariano. En Córdoba es peor. Es peor en Sevilla y hasta en Cádiz parece que azota el viento caliente, la alta temperatura y el calorazo que atonta y altera. Es peor en otras latitudes, sí, pero también en Málaga estos días hace una flama como de agosto tímido. La sangre del españolito hierve con frecuencia, nos lo tiene advertido Azaña en uno de sus famosos discursos, pero también la sección de sucesos de los telediarios, que a veces ocupa la mitad del tiempo. Hay gente a la que el calor le produce arrebatos asesinos y quien más sabiamente se echa una siesta en lugar fresco hasta que todo pase. Hay quien se mata a palos y quien se mata a baños, que para eso tenemos la mar salá. Una mar cuyas playas malacitanas está arreglando el Gobierno central en un esfuerzo con precedentes. Los pobres ayuntamientos hacen lo que pueden pero les cuesta soltar la pasta, la sueltan a veces, la Junta en esto no paga y hay otras instituciones que es como si oyeran llover, cuando en realidad no llueve y cae un calor de mil demonios. Como que la cosa no va con ellas.

No queremos convertir una columna sobre el calor en una pieza de crítica política, pero va sudando la mano de tanto escribir y va sudando el ánimo de tanta hipocresía. Aquí no todo el mundo pone su grano de arena aunque Costas eche 50.000 metros cúbicos de ella. Cuántos castillos se construirán por padres e infantes con esos millones de granos. Además en según qué zonas harían falta espigones.

Nos tememos que se ha instalado el veranazo hasta octubre y ahí andan las rebequitas, pidiendo la jubilación anticipada. Sobran ya los largos pantalones y el camiseterío se apodera de los torsos. Pies al aire.

«No ha habido primavera», decía ayer una chica en respuesta a traicionera pregunta de reportero televisivo nervioso y encuestón. Y la frase, rozando el cliché, sonó sin embargo a poesía. La primavera es poesía pero «no ha habido primavera». Para no haber poesía cada día se presenta un libro de tal género. A lo mejor es que sí hay poetas. Un poeta con calor busca frescos adjetivos. Se aleja de la rima caliente. Se baña en metáforas. A mí la melancolía me da calor. Por eso a veces me la procuro en invierno pero en verano con un mojito a la vera de la piscina como que la espanto. Cada estación tiene su sentimiento. Incluso su tren. Aquí nos hemos comido una, del invierno al verano. Parafraseando a Rilke, sobreponerse (con abanico) es todo.

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