Opinión | En corto

La patata real

Poco a poco la imagen del rey Juan Carlos va tomando forma de patata caliente, que debe manejar la monarquía de Felipe VI sin quemarse las manos. El desembarco del emérito en la nación de la que sigue siendo Rey se ha convertido en una operación de alto voltaje que pondrá a prueba la eficacia del corta-corrientes acertadamente instalado en la Nueva Zarzuela para no verse ensombrecida por la oscuridad de su historial financiero (el sentimental es lo de menos). Tampoco se libra del riesgo de descarga el Gobierno, obligado a mantener la estabilidad institucional del Estado pero también un principio de dignidad pública, que le obliga a seguir pidiendo alguna clase de explicaciones al formidable enriquecimiento del monarca en su reinado. El problema es que las explicaciones pendientes pueden ser más enojosas todavía que la falta de explicaciones, pero así son las patatas calientes.

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