Opinión | En corto

No sean capullos y tiren de ese hilo

Ha tenido que estallar la guerra de Ucrania, dejando a la vista la estrategia destructiva de Putin hacia Europa, para que algunos se hayan tomado de una vez en serio los contactos de Puigdemont con Rusia con motivo del procés. La pertinacia de un juez, pese al torpedeo de la fiscalía, ha mantenido viva la investigación, a la que el Estado español debería aplicar todos los medios sin reparar en el coste político para su estrategia con el independentismo. Los contactos han existido, el tipo de apoyos manejados en ellos y su precio (aunque se trate de simples movimientos previos) están más o menos identificados, y una locura semejante encaja perfectamente en la megalomanía historicista del separatismo catalán, una pasión fatal que rebulle en su fondo de armario. En su primera gran lucha, en el siglo XVII, el aliado buscado era un viejo enemigo de España: el Cardenal Richelieu.

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