Opinión | 725 palabras

E(r)lecciones

Curiosas las sucesivas ingravideces del ser que nos invitan a volar y las gravideces que nos dejan caer a peso muerto, como sufridos dummies. A propósito de ingravideces y gravideces, los ciudadanos de China afincados en nuestro terruño patrio manifiestan una severa aversión a la erre arrastrada de nuestro idioma, ya que para ellos es una invitación al fracaso, a la frustración, a la insalvable barrera lingüística que les impide pronunciar algunas palabras. A fuer de sus insufribles cuitas con la pronunciación y desde la intencionalidad de estas letras, el próximo 19 de junio, mientras los andaluces ejerzamos el democrático derecho al voto, ellos ejercitarán su derecho natural a la erectilidad, porque la letra ele, cuando sustituye a la letra erre, se vuelve libidinosamente salida y enamoradiza.

Expresar «elección» por parte de un salmantino, copas aparte, siempre será un mensaje transparente. Sin embargo, expresar «elección» por parte de un chino, con copas o sin ellas, puede inducir a error por cuanto que no es lo mismo un tremendo río que un tremendo lío. ¿O sí...?

Nuestras elecciones del próximo domingo serán aún otra vez la pretendida noble herramienta de un sistema decadente venido para demostrar el movimiento continuo. La siempre actualizada paremia que expresa que «el elegido promete hasta que mete, y que toda vez metido olvida de lo prometido» se erigió en la protagonista in pectore desde el anuncio de las elecciones y lo seguirá siendo hasta el próximo 19 de junio, porque ateniéndonos a los cánones no puede ser de otra manera. Y no puede ser porque el verbo meter es un verbo con tanta raza que cuando le añadimos los correspondientes prefijos que lo asisten dispara los ánimos de los políticos profesionales: Arremeter, malmeter, someter, acometer, entremeter, remeter y, sobre todo prometer, prometer, prometer y prometer... estimula los instintos políticos. Si el verbo meter no existiera la política profesional sería otra cosa más cercana del ciudadano.

Para los nobles chinos con los que compartimos nuestra Andalucía, el domingo 19 de junio será una invitación a celebrar la oportunidad que la Naturaleza les brinda de compartir instintos con sus prójimos y prójimas hasta que el cuerpo de los unos y/o las otras aguanten, porque es obvio que, en las actuales circunstancias, para todo el mundo mundial sería infinitamente más tentador un domingo de «e(r)lecciones Chinese style» que uno de «elecciones Andalusian Style». ¡Anda que no...!

El escenario del próximo 19 de junio presenta un panorama electivo particularmente complejo, porque por la izquierda, además del PSOE, repartidas en tres grupos, comparecen dieciséis sensibilidades políticas, con las consiguientes chácharas doctorales de cada una de ellas, y por la derecha, además del PP, comparece una sensibilidad extemporánea tan caída a la derecha de su propia derecha que con su extremo derecho toca el extremo izquierdo de la extrema izquierda, que es lo que ocurre en todos los cuerpos esféricos, especialmente en los más atávicamente desatados por un fundamentalismo extremo. Si no, obsérvese la conducta del pluripatológico don Vladimir, el libertador, que seguramente, a su manera, leyó a Sartre y se quedó con aquello de que «la vida siempre tiene sentido, si uno quiere dárselo». Y él se lo dio, ¡vaya si se lo dio, desatando compulsivamente su patológica ira en nombre de la locura! Es lo que tiene la libertad, especialmente la de la Federación de Rusia...

El próximo domingo, el compartido y desgastado mantra de «¡anda, payo, dame argo que vamo a cambialo to...» habrá vuelto a sus cuarteles y permanecerá invernado hasta próximo aviso. La campechanía de los que llevan días en horario de mañana, tarde, noche y madrugada deschaquetados por sus asesores y enronquecidos por la muletilla común de «la solución soy yo» amanecerá temprano, acicalada con la precisión que exige el desenfado. Saldrán a la calle acompañados de sus parejas y envueltos en el «dientes, dientes...» pantojero, y con paso relajado se dirigirán a sus colegios electorales para ejercer el voto. Y, sin rubor, votaran por ellos mismos.

A la salida, puede que un ciudadano andaluz nacido en China, con sobrada sonrisa de chino agradecido les diga:

–Tú pelfecto hoy... Yo tles elecciones. Glacias.

Y sus parejas, esplendorosas a su lado sonreirán satisfechas y se sumarán al agradecimiento:

–Tú pelfecto, mi malido pelfesto y yo pelfesta...

Aunque solo sea por estos momentos, quizá valga la pena dedicarse a la política profesional...

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