Opinión | Marcaje en corto

Málaga no se merece otra espera de 40 años

La grada de La Rosaleda durante el partido de España.

La grada de La Rosaleda durante el partido de España. / Gregorio Marrero

Seamos sinceros. Lo de ayer en la Rosaleda era un partido amistoso, con protocolo de enfrentamiento oficial. Basta con observar cómo se han tomado esta nueva edición de la UEFA Nations League las grandes selecciones europeas. A pocos meses de un Mundial esta descafeinada competición sirve, sobre todo, para configurar los combinados que a finales de año se jueguen el título planetario más preciado.

En ese contexto es en el que más mérito tiene la respuesta apresurada de la provincia para agotar en horas todo el papel disponible y abarrotar así las gradas. Deberían tomar buena nota las máximas autoridades del fútbol español, sobre todo, porque Málaga no se merece tener que esperar otros 40 años para acoger un duelo oficial.

La Federación Española de Fútbol nos debe una. O muchas, puestos a pedir. Cuatro décadas son demasiado. Sobre todo porque cuando España ha pisado el césped de Martiricos ha sentido ese mismo respaldo cada dos semanas que se convierte en el duodécimo jugador. Ha ocurrido cada vez que la selección ha jugado en la Costa del Sol.

Hay varias generaciones de aficionados que no han podido disfrutar hasta este domingo de un duelo oficial de la campeona del mundo en Sudáfrica y la tricampeona continental. Y no es justo. Ahora que Málaga está de moda, que tenemos hasta la finalísima de la Copa Davis de tenis, por qué no soñar con uno de esos encuentros con clasificaciones importantes en juego.

Tenemos grabadas a fuego algunas de esas grandes citas, que sabemos que a veces tuvieron otro destino de manera forzosa, como consecuencia del reducido aforo del templo malaguista. Ese otro interesante debate, el de la necesidad de un estadio con mayor capacidad, daría para otro artículo en exclusividad.

En estas líneas prefiero refrescarles el contexto del ya penúltimo partido oficial de España en La Rosaleda. Para que seamos conscientes de lo mucho que ha llovido (me refiero a cuando llovía, claro). Aquel 27 de octubre de 1982 todo el país estaba llamado a reflexionar. En una aún jovencísima democracia, a las ocho y media de la tarde empezaba a rodar el balón y faltaban menos de 24 horas para que Felipe González le otorgase al PSOE su primera mayoría absoluta en unos comicios generales.

Ese mismo sábado era portada nacional que el por entonces rey, Don Juan Carlos, había recibido en la víspera a los líderes de los cinco principales partidos: Manuel Fraga (AP), Landelino Lavilla (UCD), Adolfo Suárez (CDS) y Santiago Carrillo (PCE) y el propio González.

Apenas trascenderían, no obstante, tres detenciones que se produjeron horas antes de las elecciones y del choque ante Islandia (1-0), en el marco de una supuesta conspiración golpista, año y medio después del 23-F. Más tarde se sabría que la información, de manera consensuada con los principales medios nacionales, se minimizó para evitar la alarma social en el país. Y sí que se divulgaría, ya resuelto el proceso judicial, que los tres militares detenidos fueron condenados a 12 años y un día de prisión por un delito de conspiración para la rebelión.

¿Y el Málaga, qué? En la elite del fútbol español, con el recientemente desaparecido Antonio Fernández Benítez como ejemplar timonel. Aquel 27 de octubre venía de haber perdido semanas antes contra el Real Madrid a domicilio (1-0) y en casa, ante el FC Barcelona (1-4). Pero después del encuentro de la selección encadenaría dos triunfos consecutivos en Martiricos, con idéntico resultado (3-1), frente a Las Palmas y Valencia.

En ambos partidos marcaron Fernando Rodríguez y Hurtado. Ante el cuadro insular redondeó la victoria Juan Carlos, que salió del banquillo, y contra los valencianistas, Toto. Han transcurrido cerca de 40 años. Málaga no se merece tener que esperar a 2062.

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