Opinión | Sol y sombra

Un impuesto abusivo

Cada vez son más los asturianos que renuncian a heredar para poder evitar así las onerosas cargas e impuestos a que son sometidos por una administración pública especialmente voraz a la hora de esquilmar a los contribuyentes. La mortalidad del covid ha puesto de nuevo en evidencia la injusta repercusión social del llamado impuesto de sucesiones, que grava a los herederos de pequeños patrimonios y les impide beneficiarse del fruto del ahorro de sus padres o familiares, sin tener en cuenta otros tributos y gastos generados por la herencia, o lo que estos ya han ido cotizando durante su vida por la transmisión de esos bienes. No existe una razón lógica y plausible que obligue a un heredero a volver a pagar por un bien que sus ancestros ya han pagado, cuando lo adquirieron o de ahí en adelante. Es ridículo llegar a la conclusión de que los que heredan son unos privilegiados que tienen que repartir sus beneficios con el resto de los ciudadanos, que al parecer no tienen esa suerte. Por lo general, las herencias recaen en dueños de rentas medias y bajas; hasta el punto que muchos de ellos no pueden hacerse cargo del legado. El impuesto no grava precisamente a los grandes patrimonios.

El de sucesiones es un tributo retirado y reiterativo que no pertenece a una fiscalidad equitativa y justa con la redistribución de la riqueza a la que no hay que oponerse, sino a una descarada y abusiva confiscación. Está en la mente arbitraría de unos políticos insensibles con la sociedad y decididos, con tal de de vivir del erario el resto de sus días, a atropellar los derechos de las pequeños herederos, sumidos en la frustración de no poder hacer frente al legado de sus antepasados. Calvin Coolidge, aquel presidente de Estados Unidos de pocas palabras, austero y escasamente intervencionista, decía que recaudar más impuestos de lo estrictamente necesario es lo mismo que legalizar el robo. Más de uno estará de acuerdo con él.

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