Opinión | SOL Y SOMBRA

Un oportuno folleto pedagógico

Creo que el contenido de aquel folleto folletos pedagógico, editados por la Convención del Consejo de Europa, sobre el Paisaje era el mejor antídoto para los tóxicos tiempos actuales. Decía José Ortega y Gasset que «un ser humano sin un paisaje no es nadie»

El pasado sábado, el 11 de junio, día de San Bernabé, patrón de Marbella, mi pueblo, se publicó en este siempre interesante diario (La Opinión de Málaga) un artículo que llevaba mi humilde firma. Con este título: ‘RATIFICACIONES’. En él expuse lo mejor que pude una breve historia sobre los comienzos y las aventuras y desventuras de aquellos esforzados ecologistas españoles que decidieron un día convertirse en colaboradores desinteresados de la Convención Europea del Paisaje. Para la mayor gloria de España y Europa.

Tres días después, el pasado lunes, llamó al timbre el pundonoroso cartero de nuestro barrio. Se disculpó por los posibles retrasos en los servicios postales durante una breve huelga del servicio de correos local durante la semana anterior. Esta vez la acumulación de correspondencia sin entregar superaba con creces la capacidad de nuestro modesto buzón. Siempre es un placer saludar a estos estupendos – algunas veces incluso heroicos - funcionarios. Le ayudé. Encantado de aliviarle de la pesada carga acumulada, en la que destacaba un voluminoso paquete con el membrete del Consejo de Europa.

Decía Sir Walter Scott que la esperanza suele brillar con más intensidad cuando ésta es amenazada por el temor. Tenía razón. Creo que el contenido de aquel voluminoso paquete era el mejor antídoto para los tóxicos tiempos actuales. Se trataba de un generoso aprovisionamiento de atractivos folletos pedagógicos, especialmente editados por la Convención del Consejo de Europa sobre el Paisaje, para su difusión en las escuelas primarias de Europa. Entre ellas las de España. Este bienvenido lote había sido enviado a este remoto rincón de la Europa meridional, Marbella, por la máxima autoridad en la materia, la legendaria Maguelonne Déjeant-Pons. Nada más y nada menos. Como secretaria ejecutiva del Convenio del Consejo de Europa sobre el Paisaje. Esta pequeña joya, muy necesaria para España y otros importantes países turísticos, estaba además redactada en nuestro idioma. Firmaba el prólogo de la obra la citada señora Déjeant-Pons. Al que encabezaba con una cita de don José Ortega y Gasset: «Un ser humano sin un paisaje no es nadie

Desde hace mucho tiempo me considero un humilde lector y siempre agradecido discípulo de esta gran mujer, que sin desearlo se ha convertido en el alma de la que es probablemente una de las Convenciones Internacionales más importantes del planeta. Hace ya mucho tiempo, el 19 de julio del 2002 recibí, ennoblecido por su amable dedicatoria, un ejemplar de su libro primigenio, en tantos aspectos imprescindible: ‘Droits de l’homme et environment’. Una indiscutible obra maestra, editada por el Consejo de Europa. De nuevo doy las gracias a su autora, Maguelonne Déjeant-Pons, una de las mentes más lúcidas, brillantes y honestas de este planeta.

Por supuesto, los admiradores de esta autora no somos una minoría. Otro maestro de maestros y también eminente académico de la Universidad de Málaga, el profesor Matías Mérida, comparte con este humilde aficionado una antigua y respetuosa amistad con doña Maguelonne. Me permito citar, con la autorización del profesor Mérida, las líneas que generosamente dedicó a mi último artículo: «Buenos días Rafael. Me parece de excelente factura, enhorabuena. Por aportar algo, quizá alguna referencia a la responsabilidad de los ayuntamientos (además del gobierno central y las autonomías, como ya mencionas) y sobre algo que sabemos, pero que no está muy extendido socialmente: el carácter de precepto legal del Convenio y por tanto su obligado cumplimiento».

Y ya en otro orden y como oportuno aviso a curtidos navegantes, adjunto estas líneas que me hace llegar otro doctísimo y malacitano buen amigo: «Como bien dices, ningún gobierno de ningún color, ni de ningún ámbito han tenido nunca el menor interés en estos asuntos. Por eso me temo que de la ‘torre del puerto’ no nos libra ni Jesús Cautivo… ¡Qué desastre!».

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